Aunque la evidencia diga esa verdad de Perogrullo, que la carrera no se termina hasta que se cruza la línea de meta, como cuenta Txomin Perurena que siempre decía el viejo zorro ciclista, Jesús Loroño, la Vuelta tiene un ganador, Remco Evenepoel. Remco lloraba como nunca ayer al finalizar la etapa en Navacerrada. Ni cuando ganó la Clásica de Donostia, ni tras su triunfo en la Lieja-Bastogne-Lieja. Lloraba desconsoladamente, porque al vencer en una de las tres grandes carreras por etapas del mundo, había enterrado definitivamente la lesión que se produjo al caerse en el Giro de Lombardía y romperse al pubis. Las expectativas que había creado aquel chaval que había avasallado en la categoría junior, venciendo en campeonatos de Europa y mundiales, en ruta y contrarreloj, por diferencias abismales respecto al segundo, habían quedado en entredicho con aquel accidente. Muchos pensaron que no volvería a ser aquel campeón. Y los agoreros vieron en su derrota en el Giro de 2021 esa confirmación, que se había extraviado aquel fuera de serie. No dejaban de decirlo. Y eso lo escuchaba el joven corredor, que ha tenido que ser muy fuerte para sobreponerse y no hacer caso de tantos cantos de sirena. Por eso lloraba, porque volvía a ser el mismo. Así que auguro que el próximo año asistiremos unas disputas espectaculares en las grandes vueltas, entre Remco, Roglic, Pogacar, Vingegaard. Y ojo con la revelaciones locales, Juan Ayuso y Carlos Rodríguez, que han hecho una Vuelta encomiable. ¿Quién da más?

La etapa por la sierra madrileña fue preciosa, y mostró lo que se suele ver al final de las grandes vueltas, que las fuerzas están muy justas, y que los primeros de la clasificación son superiores. Ayer, tanto en la subida a la Morcuera, como en el puerto de Cotos, en cuanto alguno de los favoritos pegaba un tirón, se quedaban solos en cabeza los cinco primeros de la general. En Navacerrada venció Carapaz, que se merece el título de genio del contrataque. Ha ganado tres etapas, filtrándose en las escapadas, reservando astutamente fuerzas mientras trabajan los otros, para saltar en el momento decisivo y ser inalcanzable. Ayer se filtró en la escapada buena, muy numerosa. Cuando vio que algunos se iban para adelante y abrían un hueco considerable, saltó y les alcanzó. Al percibir, al final de Cotos, que el pelotón acechaba, pegó otro tirón que descolgó al compañero de fuga que resistía, Higuita, y se fue solo hasta meta. Un genio. Movistar planteó bien la carrera, buscando una repetición de aquella jugada del Astana a Dumoulin en la subida a la Morcuera. Metió a dos corredores por delante, pero cuando Enric Mas atacó, fue incapaz de soltar a Remco para irse hacia sus compañeros. Uno de ellos era Valverde. Todos deseábamos su victoria como broche a su largo oficio de ciclista, que termina este año, pero haciendo gala de una sacrificada mentalidad de equipo, esperó para ver si llegaba desde atrás Mas, y perdió las opciones en la etapa.

Es la segunda vez que paso el 11 de septiembre en Madrid. Un día con mucha significación, es la Diada de Catalunya, y es el día en que murió Salvador Allende, defendiendo la libertad frente a Pinochet y sus golpistas. Y aquella otra vez, con el franquismo en reformas, esos dos hechos cobraban aún más vigor. ¿Y dirán, qué tiene que ver eso con la bicicleta? Aquella otra vez, ambas cosas, Diada y Allende se soldaron para mí con el ciclismo. Yo había ido con un amigo de viaje en autostop, en Madrid habíamos participado en un mitin de solidaridad con Chile, y ese 11 de septiembre partíamos de vuelta. Para reforzar nuestras posibilidades de parar algún coche contábamos con dos armas, una pegatina de la Diada catalana en el pecho, y nuestro chándal rojo de la JOCC. Eran tiempos en los que la política aún suscitaba entusiasmo, se estaba produciendo el cambio de régimen y había mucha gente comprometida. Y resultó. En la cuesta de los Dominicos nos cogió un destartalado Dos Caballos. “He parado porque he visto la pegatina de la Diada”. Fue lo primero que nos dijo el conductor. Hay que añadir que los coches no iban a la velocidad de ahora. Después precisó: “Aunque también lo habría hecho por el chándal, no me ha pasado inadvertido lo de la JOCC”. Mi amigo y yo nos miramos. Y al ver nuestra sorpresa añadió: “Claro, Juventud Obrera y Campesina Comunista”. Fue su comentario. O algo así. Cuando en realidad significaba Junta Organizadora de Carreras Ciclistas, de Hernani. “Demasiao tíos”, dijo para terminar. Fue un viaje apoteósico, y también ciclista, porque nos contó que en Santoña, su pueblo, era entrenador del equipo ciclista, el de los chavales. Nos contó cómo les entrenaba, los sprints en la recta del puerto. Algo que nos resultaba familiar. Aunque no nos lo terminamos de creer cuando volvió a repetir: “Demasiao tíos”. Era la frase de aquellos tiempos, la que se decía si alguien quería molar. Como dicen en Italia para subrayar el ingenio de alguien, sea o no verdad lo que cuenta,, “Si non e vero e ben trovato”. No sé si me he ido por las ramas, pero si meto en mi coctelera y agito, Madrid, ciclismo, y el 11 de septiembre, es lo que sale.