La gloria elige a los valientes. Remco Evenepoel, el nuevo rey, –la emoción recorriéndole las mejillas en forma de lágrimas, el corazón evocándole el sufrimiento pasado y el alma resguardándole– celebró la Vuelta envuelto por la felicidad que es pura emoción. Sin Roglic en la carrera por su fatal caída, se elevó a los cielos el joven belga. Se hizo grande. Evenepoel se suma al camerino de estrellas de los fastuosos estrenos. El belga, que a punto estuvo de partirse el espinazo en Il Lombardia de 2020, volvió más fuerte desde ese pasaje traumático.

Logró cicatrizar las heridas, el dolor, superar su miedo atávico a los descensos y reconstruirse. Las victoria de los vencidos son las mejores. Perdió peso pero mantuvo, intacta, la potencia. Dominante. Solvente bajo cualquier prisma, el líder derribó el mito de que no era un ciclista capaz de elevarse sobre el techo de las tres semanas. Se subió a lo más alto.

De paso, acabó con la leyenda de la Sierra de Guadarrama, que obró un par de milagros tiempo atrás. Evenepoel no concedió nada en el examen final. Cum Laude para el belga. El festejo también agarró a otro valiente, Richard Carapaz, ganador en Navacerrada. El tercer laurel del ecuatoriano, con una corona de espinas al comienzo de la carrera, enfatizó la idea de que la gloria corresponde a los osados.

El cierre de la Vuelta, a expensas de los fastos de Madrid, fue un thriller por la etapa, pero una película de arte y ensayo para la general. El último café de la carrera fue un trago amargo. La semana definitiva echó de menos a Roglic, otro ciclista al que le mueve la ambición y el valor. Apagada la amenaza del esloveno, Evenepoel, al que le costó dormir por la tensión de verse ante un día único, se acostará de rojo. El que lucirá en Madrid.

MAS NO PUEDE

Enric Mas trató de hacer un despegue. Esa fue su aportación. “No tuve un buen día”, dijo. El belga no sufrió ni un susto. El ataque de Mas tuvo un punto de obligación. Una imagen compasiva. Resultó conmovedor. Dos pestañeos después, entendió que capitulaba cualquier opción subversiva. Evenepoel le tocó el hombro en las tripas de La Morcuera. Allí se acabó la Vuelta. O posiblemente en el accidente de Roglic en Tomares.

Mas será segundo, a 2:07 del belga, el niño prodigio. Juan Ayuso, apenas un muchacho, 19 años, cerrará el podio de Madrid tras domar a Superman López. El alicantino es el ciclista más joven en subirse al podio de la Vuelta en toda su historia. Apunta a lo más alto.

En la cúspide Evenepoel celebró la hazaña lanzando el puño al cielo. Después, su personaje, un punto arrogante, de cuellos elevados y mirada condescendiente, orgulloso, se hizo vulnerable. Se le cayó la máscara de hierro. Se derrumbó. Se tapó la cara. Humanizado. Conectó con sus adentros. Balbuceó. En las laderas cantaron su nombre. ¡Remco, Remco! La llamada para otras cumbres.

VIDAS CRUZADAS

Existe una hipótesis o una idea, más bien, la de los seis grados de separación, por la que se piensa que cualquier persona puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. Si el mundo es un pañuelo, el pelotón es un vecindario, tantas vidas cruzadas, ovilladas, y enredadas en un palmo de asfalto. Todo está interconectado. Unido como el fuelle de una acordeón. Entre Jai Hindley, nacido en Australia y Louis Meintjes, sudafricano, hay casi 10.500 kilómetros de distancia. La Vuelta les ha convocado. Tanto tiempo alejados, se dieron la mano en meta.

Durante un buen tramo del día Meintjes amenazó la décima plaza de Hindley. Los porteadores del australiano trabajaron para cazar a Meintjes. La mezcla de intereses llevaba a Evenepoel en carroza. Atravesó Canencia y con anterioridad Navacerrada y Navafría sin un tic de sufrimiento, agazapado el Movistar después de que se creara la fuga, numerosa, con 26 dorsales de todas las castas. Un tumulto camino de La Morcuera, donde estaba impresa la equis para estimular la revuelta. Reverberaba en la memoria 1985, con Pedro Delgado, y 2015, con Fabio Aru. Mitos y leyendas.

BALAS DE FOGUEO

Un par de precedentes para Mas. Valverde y Mühlberger tintineaban por delante, a modo de avanzadilla. Eso no alteró a Evenepoel, rostro de concentración. El líder no cree en la mitología. Lo suyo son los vatios. Pagano. Hombre de ciencia. El belga se tachonó a la rueda de Mas, el único rastro que le importaba. El grupo de favoritos menguaba.

Carlos Rodríguez, el cuerpo vapuleado, se ató al sufrimiento. Un calvario para avanzar a gatas. Verona apretó para encender a Mas, cuya llamarada resultó tenue. Una cerilla que se consumió sin humo. Una vela sin apenas oxígeno que le diera vida. La apagó Evenepoel con un soplido.

No resoplaba el líder, mandón, la boca cerrada, el gesto hermético. Solo, sin compañeros, pero despreocupado. Soportó la soledad con la compañía de la confianza, el mejor manto. Mas, que se descubrió a 40 kilómetros, se encogió. Su revolución murió antes de nacer. No ocurrió nada en La Morcuera, una subida sin filo entre los nobles, reunidos en el salón, saludándose, sin molestarse. Cada uno en su sillón. Aleteó algo Ayuso.

ARMISTICIO PARA EL FINAL

En el descenso nadie quiso desplegar las alas. Temían ser Ícaro cuando restaban las migas de la Vuelta. Instinto de conservación. Con algunas curvas burlonas y feas, firmaron las paces Evenepoel y Mas, que no hace tanto han padecido del vértigo y del miedo provocado por malas caídas en las bajadas. Armisticio. La tregua.

Fin de las hostilidades hasta encauzar la subida a Cotos. Meintjes, Carapaz e Higuita, que abrían la comitiva, no estaban para lanzarse flores. El ecuatoriano se encrespó. Se desprendió el sudafricano. Higuita se enganchó. Se esponjaron los favoritos que engordaron con los restos de la fuga, los náufragos.

En Cotos cobró fuerza el conformismo porque las despensas estaban vacías. Supervivencia. Adaptación al medio. En ese ecosistema, Evenepoel solo se veía en Madrid. Superman López quería estar en la foto del podio. Para eso tenía apartar a Ayuso. El colombiano, incorregible, ciclotímico, se vino arriba. El joven Ayuso se tachonó a su sombra. Le negó. La aceleración eliminó grasa. Cuerpos magros.

A la Vuelta le restaba el esqueleto, donde sobresalió el músculo de Evenepoel y Carapaz, dos forzudos de fibras valientes. Solo el repunte de Carapaz, que dinamitó a Higuita, al que coció con el fuego lento de la veteranía que aprovecha el combustible del ansia y la exuberancia, concedió picante a un final pálido. La Sierra de Guadarrama sirvió para resaltar la preponderancia del líder, el nuevo rey. El belga que viene del futuro, se emocionó. Evenepoel llora su primera Vuelta.