A Eddy Merckx, el campeón de todos los tiempos, el hombre que todo lo fagocitaba, que cuenta la leyenda, lo narró su masajista, Guillaume Michiels, que incluso se alistó a una carrera de pueblo el día de Navidad para cerrar el año con más victorias que Roger de Vlaeminck, no le agrada la idea que nadie le supere. El orgullo del Ogro de Terveuren ordenó a su representante encontrar una carrera para cerrar el curso siendo el ciclista con más triunfos.

Ganó aquella prueba, que no dejaba de ser una fiesta de un pueblo perdido de Bélgica. Una filfa que Merckx anotó en su marcador. La anécdota, con varios agujeros de veracidad, la cuenta Marcos Pereda en un semblante maravilloso del belga en Jot Down. De ahí que cuando Cavendish le igualó el número de victorias de etapa en el Tour, Merckx le dio un abrazo de cartón piedra. Se alegró de que Van Aert, su compatriota, batiera al británico en los Campos Elíseos de París. Récord compartido, ni tan mal, debió pensar El Caníbal.

Pero Merckx, tan competitivo, se reconoce en Tadej Pogacar, lo más parecido a su reencarnación, a su molde y a su legado, aunque el esloveno tiene aspecto de muchacho inofensivo. Merckx bendijo al esloveno y al campeón de dos Tours a la edad que ni El Caníbal fue capaz de hacerlo. El visto bueno del belga estimula a Pogacar. Le otorga más apetito. Con esa imposición de mano del mito, la juventud exultante de Pogacar derriba muros y marcas. Inspirado el esloveno en los campeones a dos tintas, los que entendían el ciclismo en blanco y negro. Pogacar, que es de todos los colores, hombre Tour y clasicómano (de ahí su estatura ciclista), también es el mejor en las carreras de una semana.

LANDA SE SUBRAYA

En San Benedetto del Tronto, final de la Tirreno-Adriático, Pogacar almacenó su segundo tridente de Neptuno. La makila de los dos mares. Rey del océano ciclista. La vitrina del esloveno está adquiriendo aspecto de museo con grandes obras de arte. El esloveno, un muchacho sin parangón, se exhibió en la carrera italiana con el deje de los elegidos, ajeno al resto de competidores. Pogacar no tiene rival. Él decide el qué, el cómo, el cuándo y el dónde. Lo ordinario de lo extraordinario.

Acumula el esloveno este curso el UAE Tour, con dos etapas, la Strade Bianche y la Tirreno-Adriático, con otras dos muescas en su revólver. En ese racimo de triunfos, Pogacar estampó actuaciones mayestáticas como el arranque de genio en el sterrato y la exhibición entre la nieve en la ascensión al Monte Carpegna. Otra cima para la colección. Este curso, el esloveno, acumula siete victorias, entre generales, etapas y la clásica en solo quince día de competición.

Así que Pogacar se elevó a lo más alto del podio. Allí habita. Por eso cuando Mikel Landa, tercero, compartió escenario con el esloveno la imagen adquirió inmediatamente la simbología de que conceden las grandes actuaciones. Estar en el mismo bodegón otorga brillo. Lejos del planeta Pogacar, que es un universo en sí mismo, el de Murgia completó una Tirreno-Adriático estupenda.

Con el esloveno fuera de concurso por su excelencia, inabordable para el resto de competidores, Landa concluyó en el podio, igual que en la pasada edición. Solo Jonas Vingegaard, segundo en el Tour de 2021, fue mejor que el alavés. Landa está en el camino correcto para encarar el Giro de Italia, su gran objetivo del curso porque el Tour se presupone una lucha entre Pogacar y Roglic. A Landa le volvió a doler el peso del reloj, que le encorvó. La crono penalizó al alavés, que fue adquiriendo volumen y prestancia a medida que creció la altimetría de la carrera.

ENCAMINADO AL GIRO

Estuvo presente Landa en los momentos álgidos de la Tirreno-Adriático, sobre todo, en la jornada del sábado, la de mayor dureza y en la que se insertó en el podio. El escalador vasco seleccionó el grupo en la segunda subida al Monte Carpegna. Su ambición y valentía tuvieron premio. De la criba de Landa partió el cañonazo del salvaje Pogacar al corazón de la carrera. Con el prodigio esloveno, un incunable, descatalogado de entre los terrenales, solo Vingegaard, un ciclista al alza en la dos últimas campañas y segundo en el Tour del pasado curso, pudo rastrear a Landa. Esa fue la imagen del podio.

Enric Mas también estuvo en ese instante del Monte Carpegna, pero en la bajada se fue al suelo. Esa caída le imposibilitó tomar la salida el último día de carrera. La Tirreno-Adriático se cerró con un esprint que resolvió Phil Bauhaus. Después llegó el momento de la coronación de Tadej Pogacar, rey de los dos mares, dios pagano del ciclismo. Landa compartió la liturgia en el retablo de la adoración de Pogacar.