Tom Simpson y la Cuesta de la Muerte de Hernani
El Tour avanza lentamente, comodesperezándose poco a poco delcalor, desganado. Es así, siempre esasí, hasta que llegan las montañas. No quierodecir que no tenga interés, en absoluto,porque asistimos como en ninguna otraprueba, durante varias etapas seguidas, a lademostración de una de las artes del ciclismo,la del sprint, la de la velocidad pura. Laexplosión de la potencia extrema sobre lasbielas en los 200 últimos metros, que hansido precedidos por la exhibición de la estrategiaadecuada de los equipos para llevarprotegidos a sus hombres veloces. Tambiénhemos asistido a la contrarreloj por equipos,que nos ofreció el primer capítulo de lalucha entre los líderes que aspiran al triunfo,aunque camuflado por el trabajo de loscompañeros. Esta modalidad es una de lasmás plásticas del ciclismo, y en ella podemosver mejor que de ninguna otra formacómo es un deporte donde lo individualnecesita de lo colectivo. Es un deporte individualy de equipo indisolublemente. En lasvelocidades donde vemos como devoran laruta los distintos equipos, comprendemos laimposibilidad de alcanzar en soledad, frenteal viento, tales registros. Vemos cómo algunosutilizan el relevo clásico, y otros mi preferido,al que nosotros llamábamos el del“huevo”, porque el equipo avanza como unóvalo que se mueve como un mecanismo, enuna doble fila, una que avanza y la otra queretrocede y pasa a posicionarse detrás de laque avanza, tan bello como eficaz.
Ante esa atonía de noticias, de gestas, en latensa espera impaciente, 13 de julio rescatéde mi memoria un viejo recuerdo. El delcampeón británico Tom Simpson, que el 13de julio 1967 falleció exhausto a dos kilómetrosde la cumbre del Mont Ventoux. Sedejaba las fuerzas y la vida. Mi recuerdoinfantil es anterior, y es uno de mis primerosrecuerdos de vida: es el de Tom Simpson,acompañado del campeón alemán RudiAltig, escapados en la llamada Cuesta de laMuerte, en Hernani, durante el CampeonatoMundial de Ciclismo en ruta que se celebróen Donostia en 1965, y que ganó el granTom. Así que también es nuestro campeón.Ese día la Cuesta de la Muerte estaba rebosantede gente. En las laderas que ahoraestán sucias de zarzas y matorrales y queentonces eran de hierba corta y bien cuidada,había un gentío enorme, y muchas tiendasde campaña. Siempre fue un deportemuy popular en Euskadi. Dos años después,Tom murió de una manera dramática, y sumuerte abrió paso a otra página del ciclismo.Todo lo que vino después, los casos aisladosde doping, la aún cercana OperaciónPuerto, el caso Festina, Pantani, Armstrong,ese deporte puesto en duda y bajo sospechapor los recursos a lo prohibido, por lastrampas en suma, tuvo su origen en Simpson,a pesar de él. Antes de Tom no existíanlos controles antidopaje. Era cuestión decada cual lo que tomaba, hasta dónde llegaba,si se pasaba de la raya o no. Fue su muertela que hizo que a partir del Tour de Francedel año siguiente se instauraran los controlesantidopaje, y no con un carácter informativo,como se había intentado hacer sinéxito, por el plante de los corredores, duranteel año anterior en el Tour; sino con uncarácter obligatorio y punitivo en los casosde positivo. El 13 de julio de 1967 era un díade calor sofocante en toda la etapa, que en elMont Ventoux se convirtió en un infierno demás de 40 grados. Tom iba el séptimo en lageneral, quería demostrar que valía para elTour, que también era un hombre Tour, porquea pesar de un notable palmarés, con elCampeonato del Mundo de Donostia, y algunasclásicas monumentales como la MilánSanRemo, el Tour de Flandes, el Giro deLombardía o la París-Niza, solo contaba conun sexto puesto en el Tour como mejorresultado. Aunque había vestido de líder,había saboreado la gloría, y quería demostrarque podía ganarlo. Tom arrastraba unagastroenteritis desde los días previos al Ventoux,que le había mermado considerablementelas fuerzas. Pero era indoblegable,muy tenaz. Era un chico de la clase obrerabritánica, un working class hero. Era el hijode un minero del norte de Inglaterra, y no serendía. Quizá por eso, ese día llegó más alláde donde sus fuerzas le permitían. Cayóexhausto, pidió que le ayudaran a levantarse?“subidme a la bicicleta”, gritó al público?, ydando tumbos consiguió ascender otros 200metros, hasta que se desplomó. Al mecánicoque llegó hasta él le costó soltarle las manosdel manillar, los dedos estaban rígidos ?erael rigor mortis, dijo?. Murió sobre la bicicleta.Dos médicos del Tour intentaron reanimarlosin éxito. Fue evacuado rápidamenteen helicóptero hasta un hospital, pero todofue inútil. En el maillot le encontraron tresbotes de anfetaminas, uno de ellos vacío; ysus compañeros le vieron cargar de cognacel bidón.