Donostia - John Degenkolb llegó rezagado, perdido entre un mar de ciclistas que habían quedado atrás debido a la tensión y a los cortes habituales en los finales apretados de las etapas del Tour. A pesar de eso, el alemán era la viva imagen de la felicidad. El ciclista del Giant recorrió la avenida The Mall exultante, pidiendo el aplauso al numerosísimo público que se acercó a la recta de meta. Un reconocimiento para el gran señor de los sprints y para todo su equipo. Marcel Kittel consiguió su segunda victoria en la presente edición de la ronda gala de forma arrolladora. Después de que su equipo realizara una labor fantástica para dejarle el triunfo en bandeja, el corredor nacido en Arnstad sacó a relucir su velocidad punta y conquistó la etapa sin oposición. Solamente Peter Sagan fue capaz de seguir su estela y colocarse a su rueda, pero nada más, ni siquiera pudo amenazar con disputarle la etapa. Sir Marcel no tuvo rival y añadió Londres a su amplio palmarés de conquistas, la sexta en el Tour de Francia.
Los últimos kilómetros de la etapa de ayer transcurrieron en un lugar privilegiado. Londres cerró sus calles al tráfico y engalanó las avenidas de banderas para recibir a la serpiente multicolor del Tour de Francia. El Palacio de Buckingham, el Big Ben y los principales monumentos londinenses recibieron a los ciclistas en un paisaje de postal. Un recorrido que mezcló la tradición de la capital inglesa con la modernidad del recinto olímpico. La despedida perfecta para los tres días en los que la Grande Boucle ha afianzado su matrimonio con el Reino Unido, a pesar de la tempranera retirada de Mark Cavendish y la baja de Bradley Wiggins. El británico creció en los parajes por los que ha transcurrido la prueba en sus tres primeras etapas y su victoria en el Tour de 2012 le convirtió en el héroe del pueblo y caballero de la corona. La figura de Chris Froome, su rival dentro del Sky, privó a los aficionados ingleses de disfrutar de su hijo pródigo.
Por lo tanto, sin los ciclistas que ocupan el corazón del aficionado inglés, el público se tuvo que conformar con la exhibición realizada por los componentes del Giant. Un ejemplo perfecto de cómo hay que llevar un sprint. El Omega empezó mandando durante los últimos metros. Tony Martin tiró del pelotón con su habitual potencia, poniendo sus habilidades como contrarrelojista al servicio de los suyos, pero, ante su asombro, sus compañeros le pedían más. El alemán no entendía por qué tenía que aumentar el ritmo, pensaba que la velocidad era la adecuada para dejar en buena posición a Mark Renshaw, su plan B después de la caída de Cavendish. Sin embargo, Martin se equivocaba. Por detrás llegó la columna del Giant, avanzando a una velocidad de vértigo y superando a cada uno de los equipos.
Degenkolb, Koen de Kort, Tom Veelers... cada uno de los miembros del Giant Shimano realizó su trabajo a la perfección y colocó al líder en una posición idónea para sacar a relucir su mejor arma, una potencia descomunal que hizo que Kittel consiguiera ganar sin que nadie le pudiera inquietar. “Hicieron un trabajo perfecto, mantuvimos la situación bajo control y cuando he arrancado ya no había nadie para remontar”, reconoció el vencedor de la etapa.
Tranquilidad inicial En todo momento, la etapa siguió el guion preestablecido. Totalmente llana, era un recorrido perfecto para los esprinters, que esperaban con ansia la llegada a las calles de Londres para luchar por la victoria. Aun así, siempre surgen aventureros, un par de rebeldes dispuestos a luchar contra la dictadura de los poderosos, contra el régimen del pelotón. En esta ocasión, Jan Barta y Jean Marc Bideau fueron los valientes del día. Ambos corredores iniciaron su huida a las primeras de cambio y empezaron a aumentar su distancia, pero el grupo principal nunca se puso nervioso ya que sabía que podía ahorrar esfuerzos para un final que le exigiría cada gramo de fuerza.
El propio peso de la carrera hizo flaquear a los escapados y Bideau pronto comprendió que era inútil seguir forzando la máquina. La misión estaba cumplida y el maillot de su equipo ya se había visto suficiente. Mientras, Barta siguió empujando hasta el final, incluso con el pelotón a su espalda siguió luchando por no ser absorbido. Un esfuerzo que concluyó a seis kilómetros del final.
Entonces comenzaron los nervios, la lluvia hizo acto de presencia y todos los equipos trataron de colocarse en los primeros puestos. Algunos para proteger a sus líderes y los conjuntos de los esprinters en busca de la victoria de etapa. Una tensión que, unida al numeroso público, generó más de una caída, entre ellas la de Andy Schleck. Aun así, ninguna tuvo graves consecuencias y todos pudieron observar la coronación de Kittel en Buckingham.
Un emotivo adiós a Inglaterra. El Tour llega hoy a casa, a Francia, en una etapa propicia para los esprinters entre Le Touquet-París-Plage y Lille donde Kittel buscará su tercera victoria. Una jornada para guardar fuerzas antes de que mañana lleguen los temidos adoquines.