Cadáveres andantesE.P.
Hannah Arendt acuñó el concepto de banalización del mal para explicar cómo los soldados nazis obedecían las órdenes de sus superiores en los campos de concentración, a sabiendas del irreparable daño que causaban. La fe ciega que profesaban al sistema anulaba su capacidad crítica. Al leer las palabras del representante de la ONU, Philippe Lazzarine, cuando se refiere a las personas en la Franja como “cadáveres andantes” debido al hambre al que están sometidos por Israel, entiendo que los lacayos israelís están experimentando el mismo sentimiento trivial hacia el sufrimiento que los antaño verdugos tuvieron con sus antepasados.
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Primero fueron las armas, después las infecciones y enfermedades; ahora, el poder destructivo del genocida Netanyahu se centra en el hambre. Unicef nos recuerda que de los 59.000 civiles asesinados desde que comenzó el conflicto, 17.000 son niños y niñas. Al mismo tiempo alerta de que, a día de hoy, la malnutrición aguda se está propagando de manera más que preocupante entre las criaturas menores de 5 años.
El responsable de esta hambruna no es otro que Israel, al bloquear la entrada de alimentos y medicinas en Gaza. ¿Dónde están las autoridades mundiales para poner fin a esta barbarie? ¿Qué intereses están prevaleciendo sobre las vidas de tantos miles de seres humanos inocentes? Hamás ya no sirve como excusa para mantener o agravar una situación tan límite. Lo que comenzó con un pretexto político se ha convertido en una pavorosa cuestión humanitaria. Debemos exigir que lo humanitario prevalezca sin condición alguna sobre cualquier asunto de cariz económico, político o de poder. De lo contrario, el holocausto del siglo XXI dejará un reguero de horror imposible de borrar. De alguna manera, la ciudadanía también está banalizando la angustia que en Gaza se vive, bien por habituación a la información, bien por la tendencia a vivir una vida cómoda y despreocupada a la que muchas personas de este mundo no tienen acceso ni de lejos.