A nuestro alrededor crece una humanidad que parece cada vez más vieja y decadente, sumida en actitudes que fracturan y debilitan la esencia de lo que nos hace humanos. Solo llamo a quien me llama, solo visito a quien me visita, ignoro a quien me ignora. ¿Por qué medir los gestos, si el verdadero cambio comienza con el ejemplo?
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Esta lógica egoísta es la antítesis del amor y del cuidado mutuo. No, no se puede entender a esta humanidad que se pierde en demagogias, consumos desmedidos y esperanzas ilusorias, como si la responsabilidad del cambio propio recayera en un billete de lotería que nunca llega a salir premiado. ¡Pero aún hay tiempo! Este enero, tan largo y desafiante, trae consigo una oportunidad. Parte de este tiempo puede aprovecharse para pasar un rato contigo mismo. Escucharte con todos los sentidos, escucharte de verdad. Es, sin duda, un reto ser nuestra propia compañía, pero cuando huimos de nosotros mismos, también huimos de nuestra capacidad de operar transformaciones positivas, sobre todo en nuestro interior. Oír lo que nos gusta es muy distinto de escuchar la verdad, algo que sucede en el momento del discernimiento personal. Es en el encuentro contigo mismo donde se siembra el inicio de un mundo mejor. No esperemos que la humanidad cambie sola, porque no lo hará. Que cada yo sea el primero en amar, el primero en actuar. Porque el mundo nuevo no comienza en el otro, comienza en ti.