Tristeza

Estoy viviendo con cierto pavor lo que ha originado la desgracia del temporal levantino. Bien sabemos que destruir ha sido más fácil que construir. Esta vez han sido las fuerzas de la naturaleza no bien cuidada y controlada. Para destruir solamente necesitas fuerza bruta, políticas incorrectas; para construir, en cambio, requieres inteligencia, políticas de cuidado ecológico, determinación democrática, imaginación y constancia. Alguien me dijo una frase que me impactó y que suelo reflexionar a menudo: “Las medallas que de verdad valen la pena son las que cuelgan del alma y no de la chaqueta”. Hay gente anónima que en su chaqueta o vestido no exhibe ninguna medalla, pero algunas sí cuelgan de su alma, pasando inadvertidas, en la más absoluta discreción. Estas medallas colgadas del alma son las que mantienen viva nuestra sociedad y la hacen verdaderamente humana y fraterna. Hay momentos en que me preguntaba si los políticos han sabido estar a la altura de las graves circunstancias. Me ha emocionado que los pueblos del Estado han sumado solidaridad, ayudando y siendo generosos. Me da una pena tremenda esas más de 225 personas que han perdido no sólo la vida, sino también sus ilusiones, proyectos, familias… Sólo una masiva acción solidaria puede solucionar todo esto: desde lo personal, lo local, lo autonómico, lo estatal y lo supra-estatal. Sin solidaridad, nuestro mundo está abocado al abismo.