Recuerdo aquellas palabras del sabio Confucio que pueden servir para el momento político en el que hemos estado sumidos, un poco aturdidos y asustados ante la posible dimisión del actual presidente del Gobierno central: “Arréglese el Estado como se conduce a la familia, con autoridad, competencia y buen ejemplo”. O dicho con otras palabras, es fundamental el prestigio en el mando, ejercer el poder con sensatez, realismo y eficacia. El actor y humorista norteamericano Groucho Marx, nacido en Nueva York en 1890 con la guasa satírica a la que nos tenía acostumbrados, decía: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados”. Si damos la vuelta por completo a esta esperpéntica frase de Groucho Marx, podríamos decir lo que debe ser la auténtica política: buscar y encontrar los problemas reales de la gente, saber hacer de ellos un diagnóstico verdadero, preciso y realista, y, finalmente, remediarlos con acierto.
La buena política, en definitiva, debe ser una buena gestión de los recursos públicos para resolver eficazmente los problemas concretos de la gente, que, con gran esfuerzo, paga los impuestos debidos.
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