Acostumbrados a las argucias de Sánchez para supervivir, son sorprendentes las imágenes de televisión, serio, que sostiene la mirada llena de odio y desconfianza de Netanyahu en una visita que hace en su calidad de presidente rotatorio de la UE. La escena es dramática: Sánchez, sereno, como corresponde al momento y a la misión que cumple como representante de la UE. Sus palabras son leídas de una nota escueta, aunque con voluntad de utilizar el comodín de la equidistancia, pues comparte el dolor del pueblo israelita causado por los terroristas de Hamás, una concesión retórica para equiparar la actuación infernal histórica del Tzahal contra el dolorido pueblo palestino que una vez más se materializa en el Apocalipsis actual causando 20.000 muertos, de ellos más del 50% niños, niñas y un sin número de heridos, los hospitales en ruinas como toda Gaza, sin agua ni combustible y los supervivientes forzados a trasladarse sin rumbo. En respuesta a la nota de protesta de Sánchez, Netanyahu ha respondido calificando a los palestinos de animales, peores que los nazis reiterando que no cesarán la masacre hasta que no desaparezcan todos los terroristas. No se conoce la respuesta de Sánchez, pero lograr la reciente pausa evidencia que la presión de la opinión pública resulta insoportable para Netanyahu y quizá sea destituido y denunciado ante la TPI por crímenes de guerra.
