Siempre he mantenido un escepticismo marcado hacia aquellos que afirmaban que permanecer en silencio durante 10 minutos podía resolver todos los problemas, etiquetándolos como hippies o poco realistas. Sin embargo, como muchos de nosotros, la ansiedad se incorporó a mi día a día. En un mundo donde la inmediatez, el control y la intoxicación son la norma, sentía que gran parte de mi existencia transcurría en mi mente, reaccionando a cada pequeño suceso que se escapaba de mi control y me percibía más como una espectadora de mi vida que como la protagonista. La meditación se ha convertido en un tiempo sagrado durante el día para permitirme hacer algo que el mundo nos desaconseja: detenernos. Se ha transformado en una herramienta esencial para desconectarme de mis pensamientos y cuidar mi bienestar emocional. Considero que es una práctica que todos deberíamos incorporar en nuestras vidas.
