El lunes, a lo largo de una hora, no negarán que hay que tener hígado, en el programa Al rojo vivo de La Sexta nos machacaron duramente con la gruesa polémica (¿?) desatada a raíz del pico agresivo (¿?) y faltón (¿?) asestado por el Rubiales a Jenni Hermoso. Si lo sé no vengo, pensará el presidente de la Federación Española de Fútbol, por la polvareda levantada que más parece fruto espontáneo que malintencionado, pero vaya. En el Mundial de Sudáfrica y en parecidas circunstancias, el portero de la selección, Iker Casillas, hizo lo propio con la periodista Sara Carbonero, pero lo que ahora ha sido piedra de escándalo que ha movilizado tertulianos y tertulianas varios y varias, y hasta políticos de alto nivel, se consideró entonces una acción simpática, digna de aplauso y hasta consecuencia del arrebato típico del latin lover que se supone llevamos dentro todos los machitos alfa a más no poder. Y como ahora, pero entonces sin un atisbo de crítica ninguna, al contrario, corrieron ríos de tinta (¿así se exagera, no?) desde las publicaciones tenidas por serias, hasta las de la casquería, además de los programas de televisión tipo Sálvame Deluxe y comecocos al uso. La victoria de la selección femenina de fútbol ha sido un logro destacable, quién lo duda, y ya puestos a ensalzar los valores patrios ahí se han volcado todos los medios, los enteros y los mediopensionistas, que además allí estaban la reina Letizia y una infanta, mientras que al rey Carlos de la pérfida Albión ni se le ocurrió darse un garbeo por aquellas antípodas a chupar cámara. Que eso, que sólo faltó el emérito. A todo esto, las chicas de La Roja, parece que, según decidió en vísperas el ahora denostado presidente der furbo recibirá como premio la bonita cifra de 300.000 euros (50 millones de la añorada peseta) por su gesta, con lo que se ratifica la cuestión de que han alcanzado las más altas cotas del negocio en que, ya definitivamente, se ha convertido esta modalidad de deporte femenino y la atención, y el negocio, repito, que suscita en todos y cada uno de los medios de comunicación y las firmas comerciales que se lanzan a patrocinarlo, feministas e igualitarias ellas más que ninguna otra. ¡Hasta el Marhuenda y el Inda, oiga! No me parece mal, hor konpon a última hora o sea, allá cada quién. Pero sí quiero hacer mención a un detalle que ya, apenas 48 horas después, ha pasado a dormir el sueño de los justos, de los injustos más bien. Resulta que una atleta, aficionada, maltratada, malpagada, una tal María Pérez, una brava granadina, una mujer a la que nadie se la acercó para darle un pico en los labios, sin la presencia de ninguna reina, ni infanta, ni política ni ná, se adjudicó la corona mundial de 20 kilómetros marcha, campeona del mundo y no precisamente sobre alfombra roja de ningún evento ni festival. Y parece que tampoco nadie se adelantó a animarla prometiéndole 300.000 euros de vellón por su hazaña. Oseáse, que todavía hay clases. No vamos a comparar.

La medallista mundial, María Pérez, celebra la victoria en Budapest EFE

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