Los resultados electorales del pasado domingo 28 de mayo han dibujado un panorama que puede, y debe, además, cambiar de manera radical la forma de gobernar Zumarraga. Especialmente la de estos últimos 14 años.

En primer lugar, dejar claro que jamás he sentido animadversión hacia el PSE-EE. Al contrario, he sido firme defensor de los acuerdos con ellos, por considerar que se trata de un partido que se ha ganado, por historia, compromiso y representación, participar en los grandes acuerdos de este país. Acuerdos que, por cierto, ya buscan y defienden quienes consideraban hasta hace poco traidores, españolistas y otros muchos adjetivos a quienes lo hacían.

Y también le tengo un tremendo respeto por haber sufrido como el que más las consecuencias del terrorismo y el fanatismo, por suerte pertenecientes al pasado y que supuso el asesinato de muchos socialistas, entre ellos algunos con los que mantuve una buena relación personal.

Pero el PSE tiene un problema en Zumarraga. Un problema con nombre y apellido: Mikel Serrano. Y un problema, además, de muy difícil solución que debería resolverlo el propio PSE-EE.  

El actual alcalde se ha dedicado desde su llegada, por rebote, a la Alcaldía a sembrar enemistades. Enemistades generadas todas ellas por el trato humillante e irrespetuoso hacia quienes no compartían sus propuestas y, principalmente, hacia quienes visualizaban esas diferencias. Ha sido el único alcalde desde la llegada de la democracia capaz de conseguir que toda la oposición (compuesta por tres partidos distintos) abandonase el pleno municipal por los insultos y menosprecios personales hacia el portavoz de uno de ellos. Menosprecios de carácter personal que ha protagonizado en diferentes ocasiones hacia portavoces y concejales/as que no compartían sus opiniones.

En fin, una forma de ser y unas maneras de actuar absolutamente indignas de quien debería, liderando un municipio, buscar acuerdos, compartir proyectos y ser capaz de anteponer los intereses de la ciudadanía a su inmenso ego personal.

No sé si seguirá siendo o no alcalde durante esta legislatura. Lo que sí sé es que se le hará muy dura si lo es, ya que estoy plenamente convencido de la imposibilidad de que cambie su comportamiento hacia los demás. Es más, seguirá pensando que, siendo dueño de la verdad absoluta, son los demás los que tienen que hacerlo.

Espero que los concejales del partido al que pertenezco y el resto sean capaces de devolver a Zumarraga la normalidad y el respeto a la pluralidad que, a pesar de las diferencias y de los debates legítimos, se mantuvo durante años, incluso en situaciones muy complicadas.

Exconcejal de EAJ-PNV

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