Se acaba de aprobar la denominada Ley del Bienestar Animal. En mi opinión, son muchos los puntos manifiestamente mejorables de esta ley. Brevedad obliga, me centraré en uno de ellos. Esta ley plantea alcanzar el “sacrificio cero” de nuestros animales de compañía. Soy veterinario, debo decir que los veterinarios no sacrificamos animales, sino que les aplicamos la eutanasia. Con el objetivo de alcanzar dicho “sacrificio cero”, la ley plantea unos indeterminados cuidados paliativos, que no harían necesaria la eutanasia en ningún caso. Es cuestionable, por ejemplo, si no es más ético aplicar la eutanasia a un animal cuya movilidad sea nula, que prolongarla, ¿hasta cuándo?, con una calidad de vida muy lejana de los parámetros del Bienestar Animal. Podemos preguntarnos también si hay un acceso real a dichos cuidados paliativos en todas las ciudades y pueblos del Estado. Por no hablar del costo de dichos cuidados y del indudable sufrimiento que esta situación, genera en las personas responsables de nuestros animales de compañía. Cerrar la puerta a una eutanasia debidamente protocolizada, que hace que la muerte del animal sea digna y sin sufrimiento, abre la puerta, ahora sí, el término está bien empleado, al sacrificio de los animales, procurándoles probablemente una muerte indigna y en muchos casos con sufrimiento.