Quizás no tengan nada que ver, la una con la otra, sin embargo, la música arrastra desde el alma, el polvo de la vida cotidiana, siendo grandes sus virtudes y de entre ellas la calma, que al escucharla se da tanto en la tarde como en la mañana, y la política por el contrario nos transmite intranquilidad. Sin música la vida sería un error, el arte más sublime por excelencia, nos ahuyenta sobre todo el pavor, del horror que se da con frecuencia, por ello se recomendaría que nos hablaran menos de política, y nos ofreciera más música.
Al igual que viene ocurriendo en política, donde las nuevas tendencias la están complicando, en la música son los que más ruido meten los que están triunfando, y resulta curioso, que a cinco meses vista en que se nos anuncia un concierto de rock, las entradas ya se han agotado. En política que es donde más se dan los “desconciertos” a base de bombardear insistentemente, al final agotamos las “localidades” que vendrían a ser, los comentarios que casi con exclusividad se dan en la opinión pública, donde el noventa por ciento es el único tema, la política.
Como sabemos política es igual a sistema, y en ocasiones escuchamos que hay que hacer más política, equivalente a hacer más sistemas. Frecuente es escuchar: es un problema político, equivalente a es un problema de sistema, etc. En la música, donde al igual que en la política, está evolucionando hacia el ruido, son los que más decibelios provocan, los que más éxito están teniendo, y a los responsables de la cultura decirles que no fomenten espectáculos tan absurdos, porque en el escenario saltar y chillar resulta muy burdo, que al igual que en el Congreso, es lo más absurdo.