Cuando miro “atrás” y “veo” mis recuerdos de las Navidades de mi infancia, no puedo menos que pensar qué ha sido de ella. Donde se ha quedado; aquellos días felices sin tanto “bombardeo” digámosle en intendencia navideña, como tenemos ahora por parte de las grandes superficies y cadenas de supermercados, con anuncios “lacrimógenos” y toda una parafernalia que cada año nos llega mas pronto en todas y cada una de las cadenas televisivas anunciándonos sus “propuestas” para comernos el turrón y las uvas. Era un espíritu “diferente”, sin tanta “felicidad” casi obligatoria, engullidos como estamos ahora por una “feroz” sociedad consumista. Son unos días en que deberemos “poner” nuestras mejores sonrisas y caras (porque esta muy mal visto eso de decir, esto es una mascarada). Si bien es cierto que es momento de reencuentros con familias que tenemos lejanas, con las que nos sentaremos alrededor de una mesa, y entre langostino o gamba quizás no falte esa “conversación” con el hermano o cuñado de turno, queriendo de alguna manera arreglar la vida y el mundo. Igual cantamos un villancicos y los mayores nos “arranquemos” a acompañarles recordando los que nos “faltan” y entonces nos acordemos de aquella infancia feliz, sin decreto.
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