Guerra a la basura
Hace ya cierto tiempo disfruto de las mejoras que ha experimentado el servicio de limpieza en la zona en la que vivo, el Muelle de Donostia, y supongo que en el resto de la ciudad: el operario que barría los plásticos, papelillos, hojas y otros desechos dispone ahora de una especie de vuvucela mecánica con la que ataca a la basura a pedorreta limpia hasta sacarla de sus escondrijos a la espera de que la máquina limpiadora haga su aparición. El sistema es de lo más notorio: todo el mundo se entera, desde primera hora de cada mañana, de que se está procediendo a la limpieza de la vía pública. Además la cosa se complica cuando llueve, porque hojas y papeles se niegan a despegarse del suelo, o hace viento, porque cualquier brisa es incomparablemente más eficaz a la hora de menearlos. Como la labor se realiza los siete días de la semana, tenemos la fortuna de contar con un despertador insistente (bastante más de una hora de concierto) y gratuito lo que se agradece mucho en especial los sábados, domingos y festivos en los que viene a cubrir una franja horaria que quedaba un tanto desasistida de decibelios entre el jolgorio nocturno y la actividad diurna. Me imagino que el genio que ha ideado el sistema dormirá tranquilo, si su invento le deja, a la espera de que se le ocurra algún otro aún más eficaz a la hora de contribuir a la contaminación acústica. Ni que decir tiene que los responsables del asunto se darán prisa en aplicarlo porque si hay que hacer algo se hace pero molestando todo lo que se pueda.