Solamente desde el prisma de la venganza y el filibusterismo político se puede entender la campaña emprendida presuntamente por la "educación para la paz", por los dos partidos mayoritarios en el Estado. Unos, los que exigen toda clase de renegaciones y condenas a los demás, mientras ellos se niegan a reconocer y a condenar los crímenes del franquismo y mantienen en el centro de su aparato directivo a su fundador, ministro de una policía que disparó en Gasteiz contra una multitud indefensa matando a cinco.

Otros igualmente exigentes, los que montaron con prepotente torpeza grupos de sicarios que hoy a pesar de haber sido condenados a largas penas de cárcel, están tan pimpantes paseando por la calle, sin haber pedido tampoco perdón a nadie. Esos son los que nos van a educar en la paz y el amor al prójimo.

Y mientras tanto, ¿nosotros que hacemos? Algún día la hipocresía y la estupidez humana se darán cuenta de la semilla de violencia que permanentemente están sembrando y cultivando en todo el ámbito de la vida normal de la sociedad. Desde pequeños, entretenemos a los niños con juegos y películas de dibujos llenos de violencia. Los medios de comunicación no ahorran un detalle de crueldad, en primeros planos de brutalidades en el metro, atentados y maltratos o asesinatos de mujeres.

Las series de televisión nos ofrecen todos los días truculentas imágenes de cadáveres quemados, torturados o descuartizados. Pronto asistiremos a autopsias en directo. ¿Para cuándo un asesinato en vivo? Todos nosotros, y sobre todo los niños, nos estamos acostumbrando a ver con naturalidad, la violencia, la crueldad y el sadismo y estamos aceptando que formen parte de nuestra cultura. Luego nos rasgaremos las vestiduras. Y la Iglesia sin decir ni .