Esty Quesada, conocida en sus redes sociales como Soy una pringada, es una de las youtubers más irreverentes y a la que suele rodear la polémica por sus declaraciones, que le han supuesto alguna denuncia y también algún encuentro con la Policía. Quesada, natural de Barakaldo y de 30 años, tiene un look muy particular, ningún filtro a la hora de hablar y unos gustos un tanto curiosos.

Fan de lo macabro

Por ejemplo, le apasiona todo lo relacionado con la cultura freak de Estados Unidos, especialmente lo que está relacionado con lo macabro o lo paranormal. Así, aprovechando un viaje que la está llevando desde hace semanas por diferentes lugares icónicos de Estados Unidos, la vizcaína decidió acercarse al instituto Columbine, en Colorado, que saltó a la fama en 1999 al sufrir un tiroteo por parte de dos estudiantes, que mataron a doce alumnos y a un profesor, hirieron por arma de fuego a 21 personas más y terminaron suicidándose.

Quesada admite su fascinación por ese suceso, que le ha llevado a vestir camisetas con imágenes de esa masacre y a tener un póster gigante en su salón, y por eso se aventuró a visitar el instituto, pese a que la entrada está prohibida para todo aquel que no sea alumno, profesor o trabajador del centro para evitar precisamente a buscadores del morbo como la youtuber vasca, que fue narrando su aventura casi minuto a minuto en sus stories de Instagram.

Prohibido, pero no importa

Explica cómo el día anterior se estuvo informando en internet para saber si había mucha seguridad en el instituto. “Decían que había dos coches de policía y que si te veían merodeando te echaban a los 10 segundos”, escribe en una de esas stories. Así que decidió ir en domingo, cuando no hay clases. “Yo iba cagada pensando que no podría ni verlo de cerca”, afirma. “A 16 minutos de la llegada se me salía el corazón del cuerpo”, añade, mostrando una imagen del GPS en el coche.

“Aparcamos lejos para no cantear y fuimos andando. Pues andando andando, nadie nos paraba y llegamos hasta la puerta. Me iba a dar algo”, prosigue, mostrando cómo ya se encontraba frente a la entrada. “Estamos aquí, no me lo puedo creer. Me muero”, se le escucha. Efectivamente el instituto estaba cerrado y no había nadie, pero eso no impidió que pegara su cara al cristal para poder ver el interior y que se hiciera un tour por el exterior del instituto. “Hola, Columbine, soy no binarie”, dice mirando a cámara.

Llega la Policía

Pero la cosa no podía acabar bien. Cuando ya se disponía a regresar al coche para marcharse, vio cómo se acercaban hacia ella tres coches de policía, que pidieron refuerzos hasta juntarse cinco vehículos en total y les recordaron que estaban en una propiedad privada. “Que igual no sabíamos lo que había pasado en el instituto”. También le preguntaron si habían hecho fotos o grabado un vídeo, a lo que ella respondió que no mientras apagaba su teléfono móvil en el bolsillo, consciente de que si se lo pedían los agentes verían que como fondo de pantalla tiene una foto de la masacre en ese mismo instituto.

Un año de alejamiento

Por suerte para ella no le pidieron su teléfono, pero sí sus datos para entregarle una hoja en la que le comunicaban la prohibición de acceder a ese centro durante un año. No es una multa y, como ella misma se encargó de preguntar, no le supone ningún problema para volver a Estados Unidos. “Nos hicimos los soy tontos edición turistas. Nos regalaron el mejor souvenir del mundo”, afirma mostrando la hoja que le entregó la Policía del condado de Jefferson. “Y hasta aquí el mejor día de mi vida”, termina.