os días de agosto son ajetreados en Maizpide. El euskaltegi y barnetegi de Lazkao, especialmente conocido por sus cursos intensivos de verano para aprender el que, hasta el día de hoy, es el idioma más antiguo de Europa, tiene una actividad inusitada en comparación a la calma chicha que alberga habitualmente la comarca a lo largo de este mes estival.

Estos cursos, que tienen una duración de dos semanas y se pueden ir encadenando de una quincena a otra, dan poco pie al aburrimiento. Primera clase de 9.00 a 11.00, descanso de media hora, otra clase de 11.30 a 13.30, pausa para la comida, actividad deportiva de 15.15 a 16.15, una tercera clase de 16.15 a 18.15 y hora de taller de 18.15 a 19.15; un horario de ocho horas de carga lectiva casi ininterrumpida que se repite de lunes a viernes, se rebaja a seis horas los sábados y se completa con una "excursión general" los domingos. Además del horario ya mencionado, los alumnos comen en el centro y tienen la opción de desayunar, cenar y dormir en el mismo, en el caso de quienes escojan la pensión completa. "No podemos olvidar que esto es un barnetegi", señala Aitzol Asurmendi, responsable de idáctica de Maizpide.

Esta estructura puede parecer muy intensa, valga la redundancia, pero parece que funciona, porque es el 47º verano, desde aquel primero de 1975, en el que estos cursos se vienen impartiendo. Las personas que atienden estas actividades didácticas son diversas entre sí, tanto por edad, como por procedencia o motivación, pero se podrían agrupar en tres perfiles principales: por un lado, estudiantes y trabajadores que buscan sacarse el título de euskera, habitualmente el conocido como EGA y que corresponde al nivel C1 en el marco europeo, porque así se lo requieren; por otro lado, lingüistas, muchos de ellos internacionales, para los que el euskera es "un tesoro" que no tiene procedencia indoeuropea; y por último, las personas que quieren aprender la lengua por el simple deseo de conocerla y de poder comunicarse en la misma. Asurmendi subraya que, si bien "detrás de muchas personas que están aprendiendo euskera, se encuentra una motivación instrumental", también "existen los casos en los que se da aquello de en mi casa se hablaba euskera, se perdió, de pequeño mis padres no me hablaban[en este idioma] y ahora me he dado cuenta de que tengo que recuperarlo".

Los alumnos:

  • Adrian Arana: "Klase ordu asko dira baina, azkenean, ohitzea da"
  • Arantza Urquijo: "Bilobarekin euskaraz egitea espero dut egunen batean"
  • Céline Juillet: "Euskal Herrian bizi naizenez logikoa da euskara ikastea"

Dentro del grupo de lingüistas y quienes aprenden euskera por amor al arte, las procedencias pueden también llegar a sorprender. Además de habitantes de la CAV y Navarra, Maizpide ha tenido visitantes de otras partes del Estado, como Catalunya o Madrid, y estudiantes internacionales, como "japoneses, neozelandeses, australianos, estadounidenses o argentinos", por plasmar algunos nombrados por Asurmendi. También insiste en que es "motivo de alegría" el aumento del número de alumnos procedentes de Iparralde en los últimos tres o cuatro años.

Como distintivo veraniego, Asurmendi nombra a los alumnos "algo más jóvenes" que acuden "porque los padres piensan que necesitan un empujón" para mejorar su nivel de euskera y quienes, "por lo que sea", no pueden acudir a lo largo del año y aprovechan el periodo estival para estudiar la lengua, repitiendo en muchos casos de un verano a otro, hasta dar con casos "que han realizado hasta ocho" de estos cursos.

Jon Urdangarin, profesor en Maizpide a lo largo de más de tres décadas, con algún año suelto en la segunda mitad de los 80 y de manera ininterrumpida desde 1992, resume el denominador común que tienen las personas que acuden a este barnetegi. "Desde siempre, la gente que ha venido ha sido en su mayoría gente con prisa por aprender. Esa prisa ha podido ser provocada por un trabajo o por el corazón y las ganas de aprender euskera".

Prueba de la diversidad de perfiles, a pesar de esa característica compartida por todos, según Urdangarin, son los alumnos que NOTICIAS DE GIPUZKOA tiene la oportunidad de conocer en su visita a Maizpide. Personas tan diferentes como Adrián, de 19 años, estudiante donostiarra que desea convertirse en profesor, para lo que necesita el título acreditativo del nivel C1; o Céline, de 43 años, traductora francesa, pero que habita en la localidad lapurtarra de Hazparne y que desea poder comunicarse en euskera con sus amistades de la zona; o Arantza, durangarra de 62 años que vive en Florencia desde hace 40 y, si bien no ve necesidad de saber el idioma para su labor como guía turística, si que espera poder hablar en euskera con su nieta "algún día".

A pesar de esta etapa atípica, fruto del covid, en el que las desinfecciones, las limitaciones de aforo y los controles de temperatura son tónica habitual y no medidas muy halagüeñas para que la gente realice actividades en grupo en recintos cerrados, ninguno de los tres alumnos se lo pensó demasiado a la hora de escoger Maizpide para aprender euskera. Todos coinciden en la tranquilidad generada por los protocolos, con los que Adrián considera que "se puede evitar" el covid, a pesar de que sea "muy difícil" en general. En el caso de Céline, que lleva estudiando en el barnetegi de forma continua desde noviembre, añade que le facilitaron un salvoconducto para cruzar la frontera y que pudo llegar "sin problema". Arantza incide en que "esta es mi oportunidad", ya que la pandemia ha parado su sector, por lo que "ni me lo pensé" a la hora de tomar la decisión.

Asurmendi confirma todas las medidas de seguridad adquiridas, que son "igual de estrictas" que el verano pasado "y tienen que seguir siendo así". El responsable de didáctica de Maizpide señala que este año podrían acoger a más personas de las actuales, "pero nos encontramos limitados por el tema del aforo". Sí recuerda el "miedo" inicial del verano pasado, cuando mucha gente les preguntaba por su situación; "les teníamos que tranquilizar, diciendo hemos tomado medidas estrictas y podéis venir tranquilamente; será una bonita aventura. Claro, no tuvimos muchos grupos", rememora.

Dejando el tema omnipresente de la pandemia a un lado, tanto alumnos como profesor concuerdan en lo adecuado de acudir a un barnetegi como fórmula de aprendizaje lingüístico, en este caso, del euskera. "Nos sumergimos para hablarlo y, aunque aprender un idioma es un proceso largo y difícil, yo creo que es un método muy bueno", argumenta Celine. Arantza lo reafirma, "al cien por cien", al igual que Adrián, que al principio "tenía miedo, porque sabía que eran muchas clases", pero "es acostumbrarse". Y es que, como resume Urdangarin, "para aprender un idioma, lo mejor es ir a un pueblo y hablar con los de allí. Se aprende utilizándolo. Y la manera más natural para hacer eso es un barnetegi".

Son ocho las horas lectivas de lunes a viernes, que disminuyen a seis los sábados y se completan con un día de excursión los domingos.