Alpha Mamdou (Guinea Conakry, 1999), Sidi Ethman (Sáhara Occidental, 1988) y Ziko Likofo (República Democrática del Congo, 1999) son el reflejo de las personas que sufren en medio de la crisis de refugiados. Los tres residen actualmente en el albergue Zuloaga Txiki de Tolosa junto a otras 17 personas con las que comparten un único objetivo: llegar a conseguir la resolución de su solicitud de protección internacional. Detrás de cada rostro hay un relato de vida azaroso, y la esperanza de lograr un futuro mejor al que dejaron en sus países de origen.

Mamdou, de raza peul, tuvo un romance con una mujer malinké. Se trata de dos etnias enfrentadas en su país, por lo que tuvo que abandonar Guinea Conakry ya que el padre de ella envió al ejército para buscarle. Después de un largo viaje, el 25 de mayo llegó a Zuloaga Txiki. Se encuentra a la espera de la resolución de su solicitud de asilo. Mientras tanto, está estudiando en la escuela de educación para jóvenes adultos de Tolosa (EPA), donde aprende castellano. “CEAR me ha ayudado mucho. Antes estaba en la calle , y ahora estoy durmiendo y comiendo bien”, confiesa. Quiere dejar atrás su pasado y solo piensa en construir “una familia, una casa y un trabajo”.

Ethman nació en los campamentos de refugiados saharauis y decidió abandonarlos en busca de “una vida mejor”. Ingresó en Zuloaga Txiki días antes que Mamdou, el 21 de mayo. Ethman es un solicitante apátrida. Asegura que su estancia en el albergue tolosarra será “temporal”. Aun así, piensa seguir viviendo en el País Vasco, ya que se siente “a gusto”. Aprender castellano, integrarse en la sociedad vasca y encontrar trabajo son tres de los objetivos que se ha marcado. “Sin perder la esperanza”, asegura que seguirá luchando “para que la situación vaya a mejor”.

Likofo tuvo que huir de su país por una sola razón: ser homosexual. En la República Democrática del Congo la homosexualidad es motivo de persecución, cárcel y muerte. Pagó a unos traficantes que le fueron trasladando de país en país hasta llegar a España en 2017. Le denegaron el asilo y desde entonces lleva cuatro meses y dos semanas en Zuloaga Txiki. Asegura que los estudios le resultan “muy importantes para la vida”. Por eso, con tan solo 21 años Likofo ya tiene un diploma en fontanería, otro en limpieza y está estudiando estética, ya que tiene “experiencia previa”. Además, al igual que Mamdou, está mejorando su nivel de castellano en la EPA. “Quiero seguir estudiando para buscar un buen trabajo y me gustaría vivir aquí, en Tolosa”, añade. Gracias al trato, ayuda y cuidado que ofrece Zuloaga Txiki, los tres aseguran que están felices en Tolosa y que ahora “sí” se encuentran bien.

“Zuloaga Txiki ofrece un lugar de respiro, de protección y busca recomponer a todas aquellas personas solicitantes de protección internacional para poder reparar la historia de asilo”. Así es como define la directora del centro, Arantza Chacón, el albergue. “Zuloaga Txiki busca generar un espacio de confianza en la sociedad de acogida, que puedan acceder al derecho a la salud, a espacios formativos como el castellano, a conocer cuáles son las costumbres y a generar vínculos de convivencia que modelen el tipo de sociedad que queremos buscar”, añade.

El centro es conocido como el antiguo albergue de peregrinos. Sus dos edificios todavía mantienen su estructura, pero con una función diferente: ser un centro de acogida para solicitantes de protección internacional o migrantes en situación especialmente vulnerable.

“Hay mucho movimiento, pero se trata de no dejar a nadie en la calle y ser ágiles a la hora de coger a las personas”, explica la directora. El centro dispone de un total de 35 plazas, de las que actualmente 20 están ocupadas. Desde que abrió sus puertas, ha acogido a 112. “Estadísticamente la media de estancia es de entre cuatro meses, aunque depende mucho de la situación administrativa o la situación en que se encuentra el expediente de protección internacional de cada persona”, explica Chacón. Por ese mismo motivo, asegura que “no es lo mismo” solicitar apátrida, como protección internacional o asilo: “Ahí se produce el cambio, porque hay personas que consiguen la tarjeta roja de permiso de trabajo y gracias a ello se pueden incorporar al mercado laboral. Son perfectamente autónomas, por lo menos hasta que se resuelva su expediente”, explica la directora.