a escena se repite a diario desde hace algo más de dos meses. A última hora de la tarde, unas cuantas voluntarias ponen una mesa alargada en unos soportales de la plaza Blas de Otero, situada en el barrio donostiarra de Egia, y por ahí van desfilando jóvenes -la mayoría extranjeros- que reciben unos táperes de comida, pan, fruta, leche y algún dulce. Son chicos que viven en la calle y no tendrían qué comer si no fuera por esta iniciativa, cuyos protagonistas la comparten con NOTICIAS DE GIPUZKOA.

Fue en noviembre del año pasado cuando vecinos de la Parte Vieja, al ver a varias personas durmiendo en la plaza de la Constitución, decidieron cocinar cada noche algún plato en sus casas, bajarlo a la plaza y ofrecérselos a estos sintecho. El grupo de personas a atender fue creciendo y los vecinos de lo Viejo se pusieron en contacto con un grupo vecinal de Egia para crear allí otro lugar en el que dar de cenar a estas personas.

"A raíz del desalojo del Infierno, mucha gente se quedó sin un sitio para alojarse y vecinos de la Parte Vieja empezaron a ver que pernoctaban en la Consti, así que empezaron a bajar de forma voluntaria a darles un plato de comida caliente. Coincidió con una época que hizo frío. Al principio atendían a ocho o nueve personas, el grupo se fue ampliando y nos propusieron desde ahí que creáramos otro grupo en Egia", cuenta Ixiar, una de las voluntarias que puso en marcha la iniciativa.

Varias de las personas ahora vinculadas a este proyecto de ofrecer cenas a los sintecho ya se unieron en pleno confinamiento para "ayudar a las personas mayores" en labores como "hacer la compra y llevársela a sus casas": "Por eso nos llamaron desde la Parte Vieja y empezamos a formar este grupo para hacer las cenas", explica Sara.

Son alrededor de 40 los vecinos de Egia que mantienen viva esta iniciativa, que en estos momentos da de cenar cada día a no menos de 40 o 45 personas sin hogar. "Cada día hay dos cocineras, cada una cocina más o menos para 20 personas. Y luego hay más gente que estamos aquí recogiendo el pan, haciendo el reparto, organizando... Cocinar para tantas personas es costoso a nivel de tiempo, porque hay que hacer varias tandas de comida y te puedes pasar varias horas cocinando", explican. El día que este periódico acompañó a las voluntarias les tocaba a Edurne y Nora, otras dos vecinas del barrio, hacer la cena: macarrones con carne. Dejaron hecha la carne con tomate de víspera y esa misma tarde cocieron la pasta. La bajaron en dos grandes perolos al local de SOS Racismo y ahí la empezaron a repartir en táperes. A cada bolsa le añadieron fruta, un huevo duro, un yogur y pan que les da cada día, de forma gratuita, la panadería The Loaf. A veces se le añade la sopa harira, que cocinan en la mezquita de Herrera a diario "para más de 200 personas" y un voluntario, Wadie, reparte por la ciudad a estos sintecho.

Además de la inversión a nivel de tiempo cada jornada, de lunes a domingo, entregar estas cenas supone un coste a nivel económico que asumen estos vecinos de Egia. "Lo hacemos con nuestro dinero y lo que podemos recaudar", comenta Ixiar. En este sentido, la iniciativa ha unido de alguna manera al barrio. Hay vecinos que les dan dinero, en varios establecimientos hosteleros hay botes en los que cualquier cliente puede dejar unas monedas y quieren implicar a colegios e ikastolas del barrio y otros comercios: "Hay un par de farmacias que están interesadas en colaborar y ahí también se podrá aportar dinero. Es muy bonito que sea una iniciativa de barrio, local, cercana, muy real. Que sea algo tan básico como preparar una cena nos parece bonito", señalan Ixiar y Sara.

jóvenes extranjeros

El perfil de las personas que acuden cada atardecer a la plaza Blas de Otero es variado. Acuden "hombres de 50 o 55 años que llevan mucho tiempo en la calle, pero sobre todo son inmigrantes jóvenes, muchos de Marruecos, que han llegado aquí sin nada y se ven en la calle y sin papeles, y la realidad es que no tienen qué comer", comenta Sara. "La mayoría de chavales llegan sin saber qué realidad van a encontrar. De lo que piensan en su país de origen a lo que encuentran luego... son los que han conseguido llegar a Europa y creen que se van a poner a trabajar y poder mandar dinero a casa, pero resulta que no pueden trabajar por no tener permisos, ni residencia ni empadronamiento. Son chicos de 17, 18 o 19 años", añade Ixiar.

Los mismos jóvenes que estos días copan noticias por tratar de entrar en Ceuta y Melilla o los que intentan cruzar a nado el río Bidasoa -el sábado con fatales consecuencias para uno de ellos- son los que acuden a recibir una comida caliente a esta plaza de Egia. "Asociaciones como SOS Racismo y la Red de Acogida Ciudadana o los servicios sociales intentan canalizarles, pero llegan aquí sin nada", apunta Ixiar: "El Ayuntamiento tiene unos recursos, pero para poder acceder a ellos tienes que cumplir unas condiciones como el empadronamiento. Y la realidad es que, por un motivo u otro, hay personas que no están registradas". Lamenta Sara que todos estos chicos antes "al menos tenían en el Infierno un sitio para estar. No es que fuera la solución, pero desalojarlo como hicieron el año pasado tampoco lo es. Necesitan lo que necesitamos todos: un techo y comida. Y si esto no se les da, ¿qué estamos haciendo como sociedad?".

Sara e Ixiar no niegan que jóvenes marroquíes a los que atiendan puedan crear "conflictos" en ocasiones. "Esos conflictos son reales, pero no es la norma general. Aquí también a veces, no todos los días, hay comportamientos poco respetuosos, pero aquí cualquiera puede tener un día malo. Es difícil estar bien en esa situación, les comprendemos", explica Sara. "Hay que ponerse en la piel de esas personas, la calle desgasta mucho", añade Ixiar. "Es que no tienen arraigo a nada. ¿A qué, a la calle? Dejas de ser de donde eras, de aquí tampoco eres... todos los días en la calle tiene que ser duro. Es imposible que no se te vaya la cabeza".

De hecho, estas vecinas de Egia apuntan que la gente que acude a recibir las cenas tiene "actitud de colaborar y agradece la comida": "Están en la calle, pero son igual de capaces que cualquiera. Quisieran tener las oportunidades que tenemos nosotras", comentan: "Tratan de hacer su propio camino porque llegan aquí y tienen que empezar de cero: empadronamiento, acceder a alguna ayuda, alojamiento... algunos vienen con estudios y tratan de homologarlos aquí o intentan formarse en algún oficio. Pero no es fácil y la situación les desgasta. En los últimos días un par de personas nos dijeron que se querían ir, uno a Murcia y otro a Lleida, porque aquí no hay trabajo. Nos pedían que les ayudáramos a coger el autobús. Es el recorrido de la mayoría: llegan aquí, ven que no hay trabajo y se mueven a otras ciudades". Apunta también Sara que "no es gente que quiera vivir de los recursos sociales, sino trabajar y enviar dinero a casa".

Con los que llevan más tiempo acudiendo a diario a cenar empiezan a entablar relación: "Cada vez hablamos más con ellos y también entre nosotras, la gente del barrio. Se está creando un vínculo. A través de esa comida caliente generamos un poco de calor humano, ¿no?", dice Sara, que insiste en que la sociedad debería hacer un esfuerzo "por ponerse en la piel de esa gente": "Es más fácil dar que recibir. A nosotras nos puede costar más o menos hacer lo que hacemos, pero venimos de nuestra casa y lo hacemos porque queremos y podemos. Y ellos vienen a recibir una bolsa de comida porque no tienen otra cosa. Se me hace difícil pensar cómo estaría en el otro lado de la mesa, cómo me sentiría, qué duro sería".

petición al ayuntamiento

La labor que hacen estos vecinos de Egia y también de la Parte Vieja se complementa con el trabajo de ONG como el Banco de Alimentos, Cáritas, SOS Racismo o la Red de Acogida Ciudadana, que semanalmente "reparte bolsas de comida a unas 60 personas". "Iniciativas a escala local ya existen, y menos mal", indican, asegurando que seguirán realizando esta labor "con ganas, ilusión y fuerza porque hace falta". Eso sí, tienen claro que a medio plazo debe ser el Ayuntamiento quien se "haga cargo de esta situación": "Damos respuesta a una emergencia y la podemos sostener durante un tiempo, pero la solución debe ser permanente y pedimos a las instituciones que se hagan cargo. Ya ha habido reuniones con el Ayuntamiento y ahí saben que existen estas iniciativas. Existe necesidad en la ciudad de un servicio de comida para esta gente o de un comedor social, como mínimo. Y si de alguna manera les puede ayudar a trabajar, mejor. Esperemos que pronto se haga algo. Mientras tanto, aquí seguiremos".