- Se veía venir. Es la sensación más repetida entre los profesionales del sector turístico en Goierri, que están asistiendo a una Semana Santa de lo más atípica. Con ocho de los 18 municipios de la comarca situados en la denominada zona roja (con una incidencia acumulada de catorce días superior a 400 casos por 100.000 habitantes) y, por lo tanto, sujetos a severas restricciones, entre ellas el cierre perimetral y mayores limitaciones para la hostelería, el sector asiste con una mezcla de enfado y hastío a una situación que preveían al menos, desde el puente de San José.

“El sector está enfadado, cansado, frustrado… Lo que no se puede hacer es aprobar unas restricciones y dejar espacio a las interpretaciones de cada uno. Y no se puede cerrar un hotel o un bar porque un trabajador ha dado positivo y luego que pase en otras empresas y que no se entere nadie. Hemos llegado a un momento en que hay muchas cosas que no son lógicas. Hay normas que son muy difíciles de explicar, hay mucho desconocimiento, y no se puede dejar nada a la interpretación de cada uno. Y no podemos ser siempre los malos de la película y que en otros sectores no pase nada después de un año”. Quien habla es Niko Osinalde, gerente de Goierri Turismo, aunque su opinión está muy extendida en el sector.

Tras un puente de San José en el que parecía atisbarse la luz al final de un oscuro túnel que se alarga ya un año, la Semana Santa ha vuelto a convertirse en un jarro de agua fría para los profesionales, que en las últimas semanas han visto cómo alrededor del 60% de las reservas de alojamiento se han cancelado. Osinalde observa que mientras los hoteles con pocas habitaciones, especialmente aquellos que no se encuentran en municipios en zona roja, están “casi llenos”, los de muchas camas apenas llegan al 20% de ocupación. Mejor parados salen los agroturismos, con una ocupación media del 58%, aunque son datos que varían de un día a otro, porque las cancelaciones se producen el mismo día de entrada al establecimiento.

“Era lo esperable”, reconoce, aunque matiza: “Esperábamos más anulaciones, la verdad”. “Es llamativo que no se hayan anulado todas las reservas y eso es un obstáculo para el hotel, porque si lo tienes que mantener abierto con seis habitaciones, no sé qué es mejor. Nos tenemos que dar cuenta de lo que le cuesta a un alojamiento estar a medias: hasta el último momento no sabes cuánta gente necesitas, el género que tienes que comprar… la planificación es muy difícil. Este camino del medio para nosotros ha sido mucho peor”, expone.

No es el único que piensa así. “Tenemos muy pocas reservas, pero aunque solo tengas un cliente al día, tienes que estar aquí”, se resigna Kamelia Ibailoba, del hotel Igartza de Beasain. Es uno de los establecimientos situados en zona roja y, por lo tanto, afectados por las restricciones y las limitaciones de movilidad, lo que ha generado cancelaciones.

A comienzos de marzo, las previsiones eran buenas: “Esperábamos más, porque en estas fechas suele haber movimiento gracias a la gente que hace rutas de montaña, en bici...”. Ahora, se conforman con “aguantar”. “Intento no obsesionarme mucho mirando los datos. Llevaba varios días sin mirar y ayer -por el martes- de repente me dice uno que habíamos subido y la verdad es que no sé qué decir. Estamos asqueados, solo queremos trabajar”, se lamenta.

En su caso, en invierno han podido subsistir gracias a los trabajadores que llegan a las grandes empresas de la zona, aunque también ese nicho se ha visto resentido. “Solo vienen los montadores. Todos los que pueden hacer trabajo online han dejado de venir. Se ha notado mucho bajón. Antes teniendo solo eso, diríamos que estamos fatal, que no estamos trabajando nada. Ahora llenas tres habitaciones al día y dices: ¡Buah!”, exclama.

También en Beasain, en el hotel Salbatoreh, Jon Aierbe tiene la misma sensación: “Para nosotros, sinceramente, si nos hubieran obligado a cerrar hubiera sido mejor. Estamos resignados. Que pase cuanto antes y listo. Porque en este momento no somos capaces de hacer una previsión de nada. No sabemos si esto va a durar cinco días, quince o un mes. Y así es imposible”.

Censura toda la incertidumbre que han generado las nuevas restricciones: “Teníamos previsiones bastante buenas, pero después de los cambios de la pasada semana, hemos perdido alrededor del 60% de las reservas. No es solo que la gente se ha echado para atrás, es que ha habido mucho desconocimiento. No han dejado nada claro, hay muchas cosas que entran en el terreno de la interpretación y al final los clientes te llaman pidiendo respuestas y nosotros no podemos dárselas. Intentamos enterarnos pero la Ertzaintza nos dice una cosa, los municipales otra… ha sido todo un desbarajuste”. “Ayer -por el martes- nos llegaron dos amigos y pensamos que eran trabajadores, porque ellos sí se pueden mover y claro, esta mañana -por el miércoles- nos dicen: Es que no nos hemos dado cuenta de que estabais en rojo. ¿Podemos ir? En principio la reserva era fuera de fechas, pero claro, también decirle a un cliente que no venga es tirarte piedras sobre tu tejado. Es que no sabemos qué responder. Muchas veces no sabemos qué hacer”, añade.

Aierbe entiende que sean necesarias medidas para frenar la evolución de la pandemia, pero considera que lo que está haciendo el Gobierno Vasco es “poner parche tras parche”. “Para mí lo que han hecho no tiene ni pies ni cabeza. Yo quiero trabajar, no quiero andar haciendo trampas para trabajar. Estamos cansados de tanta ida y venida y de que siempre se tomen medidas a última hora. No se puede esperar a falta de dos días y luego lanzar semejante bomba”, se explaya.

En Ordizia no están mucho mejor. Eñaut Gereñu no podía imaginar una inauguración así cuando ideó el primer hotel de la localidad. Pero la pandemia así lo ha querido y en el hotel Ordizia se adaptan sobre la marcha. “No esperábamos un estreno así, pero está claro que este año cualquier cosa era posible. Si hace una semana o dos llegamos a saber esto, nos hubiéramos organizado de otra manera o hubiésemos pensado en otra estrategia. Así, a última hora y sin saber muy bien cómo van a ser las cosas, es difícil. Pero en ello estamos”, asegura Gereñu, que explica que las cancelaciones les han llevado a diseñar una oferta para los propios ordiziarras, que incluye cena con menú degustación, alojamiento en habitación doble y desayuno por 72 por persona. “La acogida ha sido buena. La gente, ya que no puede salir, al menos hace algo diferente. Nuestra filosofía es la del kilómetro cero, con productores locales, queremos ser parte del pueblo y con todo lo que ha pasado intentaremos llenar el hotel de ordiziarras. No era algo que pensábamos, pero ha tocado así”, expone.

El gerente del único hotel de la localidad también se queja de la incertidumbre que han generado las restricciones: “Hay mucho desorden porque hay muchas dudas sobre lo que se puede hacer, lo que no se puede hacer, si la gente si viene puede salir una vez que viene… Sinceramente, creo que más que el hecho de estar en rojo, lo que ha echado para atrás a la gente es toda esta incertidumbre que hay”.

Más optimistas se encuentran en el hotel Petit Goierri de Ormaiztegi. Es uno de los diez municipios de la comarca que ha esquivado la zona roja y en los últimos días, han funcionado como coche escoba, recogiendo las reservas que se caían en los establecimientos de los pueblos vecinos. “Hemos tenido de todo. Desde la semana anterior hasta ahora teníamos todo completísimo, pero según iban saliendo las noticias se fueron cayendo todas las reservas, pero han salido otras y ahora mismo tenemos completo otra vez. Como Ormaiztegi no está en rojo, se nota. La gente que tenía reservas en localidades que están en rojo se ha movido un poquito”, cuenta el gerente del establecimiento, Marcos Chamadoira. Sin embargo, señala que la situación cambia prácticamente cada día: “Vamos día a día. Todo se está haciendo a última hora y es todo muy cambiante. De repente uno te llama y le tienes que decir que estás completo y luego le tienes que llamar al día siguiente porque ha habido cancelaciones”.

Trabajar en estas condiciones no es sencillo, pero tampoco se quiere quejar: “No sabemos muy bien cómo calcular si te basta con el personal que tienes, si vas a necesitar ayuda hasta el mismo día en que te entran las reservas... Te tienes que adaptar cada día a lo que va pasando, pero con todo estamos contentos”.

Y es que también él es de los que cree que más que el miedo al virus, lo que está frenando a los visitantes está siendo la enorme incertidumbre de lo que podrán o no hacer una vez se encuentren alojados: “La mayoría de los clientes que tenemos ahora son familias con niños, que te dicen que necesitan salir, llevar a los chavales al monte y respirar, y luego también matrimonios. Nos preguntan todo, por dónde se pueden mover, dónde pueden cenar… Menos mal que desde la oficina de turismo de Ordizia nos están mandando información diaria de la situación. Entonces les dices que no puedes ir ni a Beasain ni a Ordizia, pero puedes visitar el museo Zumalakarregi, los montes que pueden ver. Andamos así. Pero como cambia todo de un día a otro, hasta que no llegan no sabemos. Creo que mucha gente se ha echado para atrás por miedo a no saber cómo moverse”, dice.

Son las reglas de juego que se han establecido y les toca lidiar con ellas. Pero como portavoz del sector en la comarca, Niko Osinalde advierte: “Estamos muy tocados. La gente está muy cansada porque el foco está siempre en nosotros y en Goierri hay dos grandes empresas con focos importantes y nadie se ha enterado. No se puede criminalizar así al sector turístico y menos después de tanto tiempo”.

“Estamos muy tocados. No se puede criminalizar al sector turístico después de tanto tiempo”

Gerente de Goierri Turismo

“Tenemos muy pocas reservas, pero aunque solo tengas un cliente al día, tienes que estar”

Hotel Igartza. Beasain

“Lo que han hecho no tiene ni pies ni cabeza. Yo quiero trabajar, no quiero andar haciendo trampas”

Hotel Salbatoreh. Beasain

“Hay mucho desorden porque hay muchas dudas sobre lo que se puede hacer”

Hotel Ordizia. Ordizia

“Vamos día a día. Todo se está haciendo a última hora y es todo muy cambiante”

Hotel Petit Goierri. Ormaiztegi