os efectos colaterales de la vacuna afectan a las altas instancias de las fuerzas armadas, consejerías, alcaldías, un obispo y otras piezas de caza mayor. Tunantes todos. Choca con aquello de que el ejemplo y los valores son los principales ingredientes del líder, tanto civil como militar o religioso.

En Euskadi, dos directivos hospitalarios se saltaron la cola para vacunarse. Uno de ellos, según la versión oficiosa, con nocturnidad. Ha sido cesado fulminantemente. Al otro, le forzaron a dimitir ipso facto. Sutilezas. Los dos por pícaros. Me imagino que al cesado le tenían ganas desde hace mucho tiempo los más cercanos. También los lejanos. Los dos llevaban más de un cuarto de siglo en la farándula, ocupando puestos digitales y eso termina obnubilando el sensorio. Ahora, lo políticamente correcto es evitarlos. Al dimitido no lo tengo por un pillo. Quizás sea víctima de un error de interpretación. Estaba de ronda e invitó rumboso a una de vacunas a los presentes a costa de Osakidetza, claro. Lamento que le jubilen de esta manera. El callejón de Vista Alegre no será el mismo sin él. Quizás, la consejera, que estuvo valiente y acertada en la comisión parlamentaria, todo lo contrario al penoso espectáculo al que nos tiene acostumbrados la oposición, ha aprovechado la ocasión para acabar definitivamente con la era Azkuna como, desde hace tiempo, algunos demandaban. Estas cosas pasan en la política, especialmente si son del mismo partido y cuestan entender a los profanos. Viene a cuento aquella anécdota que se atribuye a Churchill, cuando un parlamentario novicio, señalando a la bancada de enfrente los tildó de enemigos, a lo que el premier le contestó: "No joven, esos son nuestros adversarios. Los enemigos se sientan en este mismo lado".

Representantes de algunos países hablan de demandar a los laboratorios suministradores de vacuna por incumplimiento de plazos. Con tantos millones en juego, asistimos a unas contrataciones opacas, con unos laboratorios que se han beneficiado de ayudas para desarrollar las vacunas y que ahora parece que desvían una parte a países terceros, mejores postores. Farmafia. La opacidad, la propaganda y la desinformación, el cachondeo en la aplicación de la vacuna, sisando las kondarras, ese culillo que dice el consejero de Salud de Andalucía, que queda en los viales por no utilizar las jeringas adecuadas, solo sirven para sembrar más desconfianza en una ciudadanía aburrida, que asiste a esa ceremonia del desorden bautizada como cogobernanza, de la que solo percibe el recorte de sus derechos y libertades.

Según fuentes de Osakidetza, a 20 de enero, de los 3.252 fallecidos en Euskadi por el covid-19, 2.913, es decir, el 89,57%, tenían entre 70 y 90 años; entre 50 y 69 son 296, o sea el 9,10% de los óbitos, mientras que entre 0 y 49 años la cifra desciende hasta los 43, el 1,32%, de los que 29, el 67,44% de este grupo, están en la cuarentena. De aquí se deduce que los muertos pertenecen, mayoritariamente, a un segmento poblacional al que no se protegió debidamente al principio y que ahora debe mantenerse lo más aislado posible, en su burbuja, observando las medidas de seguridad cuando menos, hasta que se vacune el 75 o el 80% de población. Reflexionando sobre estas cifras, podemos comprender, no digo justificar, algunos comportamientos juveniles e insistir sobre la mala política de comunicación. Los datos oficiales refuerzan la idea de que la juventud no es determinante en el contagio y fallecimiento de los mayores. Cabe pensar que, si un joven contagia a un mayor, es porque el mayor no ha cumplido con las normas de prevención (mascarilla, higiene, ventilación y distancia). Quizá sea hora de buscar otros argumentos más convincentes para que los jóvenes díscolos se sumen a la lucha contra la pandemia. Tampoco está clara la incidencia de la hostelería en las consecuencias de esta segunda ola, que parece tener un origen navideño y familiar.

Las provocaciones de la kale borroka, hasta conseguir la intervención policial, evocando escenas casi olvidadas, están fuera de lugar. Al virus no le derrota la lucha en las barricadas, con independencia del relato. Lamento defraudar a la ardorosa y guerrera vanguardia juvenil, alegre y combativa. Alguien deberá controlarlos y no son ni la Ertzaintza ni Osakidetza. Quizás Arnaldo sepa el modo de calmar a estos jóvenes tan sensibles y tensionados. El relato, otra vez.

No pretendo emular al presidente Maduro y su carvativir, las "goticas milagrosas de José Gregorio Hernández", médico venezolano beatificado, pero no me resisto a citar dos fármacos de interés frente al virus.

Me refiero al cloruro de cetilpiridinio (CPC), presente en la mayoría de los colutorios, con los que muchas personas se enjuagan la boca después de comer, en la errónea creencia de que eso sustituye el cepillado de los dientes. Un experimento llevado a cabo en células cultivadas en el laboratorio y financiado por la Caixa deduce que puede reducir hasta mil veces la capacidad de infección del SARS-CoV-2.

Los odontólogos son otros olvidados en las mesas de expertos de la pandemia, como los veterinarios, que también pueden aportar conocimientos y experiencias.

El otro fármaco es la ivermectina, antiparasitario muy conocido por los veterinarios, utilizado para tratar diversas enfermedades causadas por ectoparásitos -sarnas- y endoparásitos -nemátodos- intestinales y que se evidencia puede actuar como preventivo y como tratamiento precoz. En España hay más de 60 productos comercializados para uso veterinario que incluyen ivermectina, por vía oral e inyectable. Para uso humano solo está registrada una pomada para tratar la rosácea. La ivermectina es un producto muy seguro, bien estudiado, muy efectivo y barato.

Hoy tocaba comparsa de iñudes y artzaias, que anualmente recrea Kresala. No podrá ser. Me consolaré con una selección de aceitunas del aceitunero de la calle Matia con un txakoli de Urruzola, para el aperitivo. Luego tengo rabo en salsa, deshuesado. Palabras mayores.

Con tantos millones en juego, asistimos a unas contra-taciones opacas