Leire pasó el embarazo pensando que esperaba una niña; aunque una ecografía les dijo lo contrario, eligió Amets como nombre por si acaso se habían confundido. "Con dos años y medio empezó a decir que era una niña. Un día vino del cole toda indignada porque la profesora le había dicho que era un niño. Le dije que es que era un niño, y la cara de no entender nada con la que me miró la tengo grabada", rememora su madre. "Yo me esforzaba pero no veía un niño. Sus hermanas siempre han sido movidas, valientes, atrevidas y Amets era muy tímida, tranquila y delicada".

Reconoce que hoy en día, echando la vista atrás, se siente "culpable" de no haber sabido identificar todo aquello. "Te han enseñado que si tiene pene es un niño y es lo que veías. Todo el mundo me decía que ya se le pasaría, pero la ves sufrir, solo quería estar en casa, no quería relacionarse con nadie, solo era feliz con sus disfraces y sus bailes...". Amets llegó a coger unas tijeras, agarró la punta de su pene y llamó a su madre para que le ayudara. "Siempre le decía que no podía ser una niña porque tenía pene. Era la única explicación que le podía dar", lamenta ahora. "Lloraba con una angustia que estremecía. Es terrible ver la infelicidad en el rostro de un niño". Hizo el tránsito con 5 años y, aunque volvió a gustarle salir a la calle, "no todo es tan bonito como nos gustaría. Su miedo al rechazo y a las miradas de la gente siguen ahí.

Una monitora le dijo que no podía usar el baño de chicas porque otras madres se podían quejar. ¿A ti te miran entre las piernas para ver a qué baño tienes que ir?, le pregunté. Ojalá que la sociedad se vaya concienciado y consigamos que la vida de nuestros hijos sea un poco menos dura. Tienen derecho a poder ser solo niños", reclama. -