arece un territorio distinto. Ha sido decretarse la obligatoriedad del uso de las mascarillas y Gipuzkoa ha pasado a protegerse la nariz y la boca ipso facto. Probablemente más por el miedo a una multa (hasta 100 euros llegan las sanciones por el incumplimiento), que por responsabilidad, pero lo cierto es que desde ayer, desentonan las personas que van por la vía pública a cara descubierta.

Parece mentira, sobre todo si se tiene en cuenta que el uso de la mascarilla ya era obligatorio en Euskadi cuando la distancia interpersonal de 1,5 metros no podía respetarse, pero lo cierto es que de un día a otro, el cambio en la población ha sido drástico.

Bastaba pasear ayer por Donostia para comprobar que la orden del Gobierno Vasco ha calado entre la gente. En el parque de Cristina Enea, hasta los más pequeños -la orden establece que es preceptiva a partir de los seis años- vestían esta protección que está llamada a convertirse en el complemento estrella de este año. Grupos de colonias veraniegasa pasaban el rato en los jardines de este parque donostiarra donde los niños correteaban ataviados con mascarillas, muchas de ellas personalizadas con sus personajes de dibujos favoritos. Una escena a la que poco a poco nos acabaremos acostumbrando.

A escasos metros, en las inmediaciones del parque infantil, los padres permanecían atentos a lo que los más pequeños hacían entre los juegos mientras un grupo de ancianos descansaba sentados a la sombra. Con mascarilla, aunque alguno dejaba asomando la nariz, todavía poco acostumbrado a una protección que molesta y da calor pero a la que no nos quedará más remedio que amoldarnos antes o después.

En el puente de María Cristina dos turistas despistados paseaban a cara descubierta entre un buen número de caras enmascaradas, una escena que más tarde se repetiría en la plaza de la Constitución. La verdad es que si hace 48 horas las mascarillas eran minoritarias, ayer llamaba la atención no verlas. ¡Qué rápido nos habituamos a los cambios!

A medida que avanzaba la mañana y aumentaba el número de gente en la calle, comenzaron a verse más y más mascarillas. Quirúrgicas, FFP2, con válvula, de tela... ¿Dónde habíais estado hasta ahora?

En las terrazas, sin embargo, todavía cuesta coger el hábito. Los clientes apuran el tiempo entre sorbo y sorbo liberando sus orejas de una molestia de la que muchos se quejan. Así, no es raro ver mascarillas sobre las mesas, en el cuello o incluso colgando de la oreja. Al igual que quienes aprovechan el paseo para apurar un pitillo.

Pero la tónica general, tanto en la capital como en el resto de municipios del territorio -según pudieron constatar periodistas de este diario-, es que la orden del Departamento de Salud se cumple entre la inmensa mayoría de las personas. Y es que ya saben, cuando la amenaza se dirige al bolsillo, la historia cambia.