abemos poco sobre este virus. Avanzamos dando palos de ciego. Prueba y error. Del virus de la gripe sabemos mucho más. Viejo conocido de los especialistas, a pesar de sus traviesas mutaciones y adaptaciones, está relativamente controlado a lo largo de todo el año y nos puede dar pautas para entender al nuevo. O quizás no.

El virus de la gripe mal llamada española surgió en la primavera de 1918 de un reagrupamiento genético entre un virus de la gripe A humana y un virus aviar, con un 10% de muertos, pero unos cambios en el genoma del virus indujeron una gran virulencia y el 64% de los fallecimientos en la oleada otoñal. En invierno de 1919, su letalidad fue del 20%.

En la primavera y verano de 1957, padecimos la gripe asiática, con una incidencia relativamente baja y dos oleadas más, en enero de 1958 y en invierno de 1958-1959, con una mayor mortalidad. Una nueva gripe de lenta e irregular difusión, denominada gripe de Hong Kong, nos visitó en el otoño-invierno de 1968 en el hemisferio norte, con una segunda aparición, más fuerte, en el invierno de 1969. La última pandemia de gripe, la denominada gripe A de 2009-2010, acabó convertida en una gripe estacional adaptada al ser humano. Es una de las cepas que circulan y predominan desde entonces cada año, y contra la que deberíamos vacunarnos anualmente. Especialmente los sanitarios, para no repetir experiencias recientes.

Pero el SARS-CoV2 es diferente. Será él el que marcará las pautas, nos dirá si es capaz de variar y adaptarse al humano. Dependerá también de nuestra inmunidad, muy baja hasta la fecha, de nuestra capacidad de transmisión y nuestro comportamiento.

No parece oportuno tener prisas ni bajar la guardia. Olvidemos la campaña electoral. Era esperable lo que está ocurriendo. Evitemos aglomeraciones. Mantengamos la distancia e higiene. No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local de nuestros baserritarras. Doctor en Veterinaria