on pequeños y apenas tienen protagonismo en la vorágine mediática diaria, pero han sobrevivido a esta pandemia sin ningún contagiado entre sus filas y cruzan los dedos para que la situación no se tuerza ahora. En Gipuzkoa, un total de quince municipios ha permanecido en los últimos meses libres de COVID, pese a que la pandemia también ha sacudido su forma de vida. Se trata de Abaltzisketa, Baliarrain, Beizama, Berrobi, Elduain, Errezil, Gabiria, Gaintza, Gaztelu, Ikaztegieta, Larraul, Leintz Gatzaga, Orendain, Orexa y Zerain, una especie de zona irreductible de 4.394 habitantes (el 0,61% de la población guipuzcoana) que ha logrado mantener alejado el virus. Sin embargo, sus gestores comparten la sensación de que ha sido una época "muy difícil" de sobrellevar para todos.

Así lo afirma David de Miguel (PSE), alcalde de Berrobi (603 habitantes según los últimos datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística INE), que señala que "jamás podía llegar a pensar" que algo como lo ocurrido semanas atrás pudiera llegar a pasar: "Es algo más propio de la Edad Media o de hace un siglo, con la gripe española, pero con lo que han evolucionado la ciencia y la investigación no pensaba que esto pudiera ocurrir".

Xebero Agirretxe (EH Bildu), regidor de Errezil (585 habitantes), asegura que desde que fuera nombrado alcalde en 2015 -esta es su segunda legislatura-, "este ha sido el peor momento, el más incómodo, el más amargo y el que más quebraderos de cabeza me está dando". "Ha sido un momento de mucho trastorno", insiste.

Con mayor tranquilidad lo ha vivido Bakarne Otegi (EH Bildu), primera edil de Ikaztegieta (498 habitantes), aunque asevera que la carga de trabajo ha sido muy grande. "Al principio hubo algún momento de caos. Todas las indicaciones llegaban de repente, de un día para otro se producían muchos cambios, había que tomar decisiones de forma precipitada y nos surgían muchas dudas", cuenta. Sin embargo, reconoce que "al ver que los resultados eran buenos, que pasaban los días y no había contagios, se vive todo con un punto de tranquilidad. No quiero decir que nos hayamos acomodado, pero sí que había un punto de tranquilidad y de pensar que lo estábamos haciendo bien".

Coincide en esto último De Miguel, que afirma que "uno respira aliviado cuando ve que oficialmente no ha habido ningún caso".

Esta pandemia ha abierto un escenario hasta ahora desconocido para casi todos, y con el peso de la incertidumbre estos alcaldes han tenido que gestionar el día a día, con unos recursos muy escasos y pendientes de no entrar a formar parte de la lista de afectados por el virus. "Cuando empezó la pandemia, el primer movimiento fue cerrar el colegio. También cerramos algunas instalaciones públicas, como el frontón, el gimnasio o el local donde se celebra la musikaeskola, las clases de pandero y pilates€ El bar también cerró el mismo sábado -14 de marzo- y la atención presencial del Ayuntamiento se eliminó", cuenta el regidor de Errezil, que explica que, a partir de ese primer momento de clausura de los espacios públicos, comenzó la reorganización de los servicios municipales: "Los servicios sociales han mimado mucho a la gente mayor; se les ha llamado todos los días por teléfono para ver cómo estaban y si necesitaban algo".

Algo similar ocurrió en Ikaztegieta, donde como explica Otegi, "se cerraron los espacios públicos, se limitó la atención ciudadana a telefónica y se empezaron las desinfecciones".

Curioso es lo que le ocurrió a De Miguel, que pese a ser alcalde de Berrobi, reside en Donostia, por lo que las primeras semanas de confinamiento gestionó la crisis en la distancia. "Me daba miedo ser portador, desplazarme y extender el virus en el pueblo, así que las primeras semanas todas las gestiones las hice vía telefónica y por correo electrónico y en el Ayuntamiento, aunque estaban las administrativas, en la medida de lo posible trabajaban sin salir de casa", recuerda.

Entre el miedo y el alivio

La tristeza de los municipios muertos

Ahora, tres meses después de que se registraran los primeros contagios en Gipuzkoa, saben que no ha habido casos entre sus vecinos, pero eso no quita para que durante este tiempo el miedo haya estado presente en sus calles. "Ha sido algo extraordinario. Aquí lo común es escuchar los gritos de los niños en la calle y salías al balcón y decías: ¿Pero qué es esto? ¡Qué tristeza! Ikaztegieta ha estado vacío hasta que nos han dejado salir", dice Otegi. Para Otegi, el punto de inflexión fue la llegada de la pandemia a Gipuzkoa. "Al principio veíamos esto como muy lejano y había cierto pasotismo y, en la medida en que se ha ido acercando, ha aparecido el miedo y la gente todavía le tiene respeto".

La misma sensación de silencio y quietud en las calles comparte Agirretxe: "Lo único que estaba abierto era la tienda y la sensación era muy rara porque estabas solo en la calle. Podías sentarte dos o tres horas en un banco sin ver a nadie", explica a modo de ejemplo.

Sin embargo, el miedo reinante se conjugaba con algunas dosis de alivio, ya que medidas como el distanciamiento social es más sencillo de cumplir el municipios pequeños como estos. "Al ser un municipio rural y estar apartado de núcleos grandes, se ha vivido con cierto alivio al tener esa sensación de aislamiento con el exterior. Además, se pueden mantener las distancias sociales más rígidamente, así que en el caso de que hubiera un contagio, pienso que el control de esas personas sería sido más sencillo", afirma el alcalde de Berrobi.

De hecho, ser municipios rurales y pequeños ha supuesto una ventaja en la desescalada, y no solo porque han disfrutado de menos restricciones, sino porque ha sido más fácil garantizar la seguridad. "En estos pueblos tenemos la suerte de que no tenemos ningún problema para mantener la distancia, no hay aglomeraciones de gente. Tenemos ese punto positivo; te da la oportunidad de disfrutar más", celebra Otegi, que añade que esta excepcional situación ha supuesto una oportunidad para disfrutar de los paisajes que tenemos cerca de casa: "Yo llevo 15 o 16 años viviendo en Ikaztegieta y creo que nunca había paseado tanto por la zona. Tenemos un montón de circuitos y la gente está aprovechando un montón".

Sin embargo, la desescalada también ha presentado algunas dificultades. Es lo que le ocurre a Agirretxe en Errezil. "La gente te pregunta cuándo se va a abrir el frontón, cuándo se va a poner en marcha el gimnasio... Pero claro, aquí no hay ni policía municipal ni monitores de gimnasio. Funcionamos dando la llave al usuario y ahora, ¿cómo hacemos la desinfección tras el uso? ¿Nosotros? ¿El usuario?", son cosas que tenemos que estudiar cómo hacer para poco a poco, ir abriendo", explica.

Incertidumbre y oportunidad

El atractivo de ser un municipio sin COVID

Pese a que el riesgo de contagio continúa ahí, estos alcaldes han comenzado ya a poner la mirada en el futuro, conscientes de que los meses que se avecinan no serán sencillos, en los que tendrán que hacer frente a un verano atípico y a una disminución de los ingresos que repercutirá en unos siempre ajustados presupuestos municipales.

"Vamos a tirar del remanente del año pasado a fin de cubrir en cierta parte la baja que vamos a tener de los fondos de la Diputación para poder mantener este ejercicio presupuestario. Va a ser un año raro. Tenemos dos alojamientos rurales y el asador, que atrae a mucha gente de fuera del municipio a diario. Espero que los negocios de los que vive la gente del pueblo se vean afectados lo menos posible", reflexiona De Miguel.

En Ikaztegieta, Otegi se afana por tomar decisiones de cara a las actividades de este verano. "Ahora mismo hay muchas cosas en el aire: las fiestas, la ludoteca de verano... Son decisiones que no son fáciles de tomar y muchas veces nos apoyamos en la experiencia de los pueblos de alrededor. Siempre hemos tenido muy buena relación y nos hemos llamado para pedir consejo. Yo siempre he utilizado esta fórmula de hablar con los que tengo alrededor y ahora más que nunca lo agradezco mucho", sostiene.

En Errezil, la principal preocupación radica en el descenso de ingresos, ya que calculan que la aportación de la Diputación se reducirá en unos 115.000 euros, que anualmente destinan a la reparación y mejora de los caminos rurales. "Es una de nuestras prioridades, así que habrá que volver a analizar el presupuesto. Menos mal que 2019 lo acabamos bastante bien, lo que nos va a permitir mantenernos este año", asegura Agirretxe, quien, sin embargo, tiene su esperanza puesta en el turismo estival. "Es una zona que a nivel turístico funciona muy bien porque los agroturismos suelen estar a tope. Veremos qué pasa este año. Creo que viendo que el pueblo es muy tranquilo y no ha tenido contagios, la gente va a venir. Aquí no hay ningún problema para mantener las distancias, no hay aglomeraciones, tenemos un entorno maravilloso, el Hernio y un montón de caminos por los que puedes pasear durante dos horas sin encontrarte con nadie. Me gustaría que la gente valorara esta paz y viniera. Quizás no vienen tantos madrileños y catalanes como otros años, pero espero que venga gente del entorno, o de Bilbo o Donostia", invita.

Desde luego, la ausencia del virus es una razón de peso como cualquier otra para dar una oportunidad a los pueblos del entorno que tantas veces olvidamos.

"Viendo que el pueblo es muy tranquilo y no ha tenido contagios, la gente va a venir en verano"

Alcalde de Errezil

"No quiero decir que nos hayamos acomodado, pero sí que había un punto de tranquilidad"

Alcaldesa de Ikaztegieta

"Al ser un pueblo rural, se ha vivido con alivio el tener esa sensación de aislamiento con el exterior"

Alcalde de Berrobi