lcanzado el pico, ya estamos descendiendo, de manera más lenta y evidenciando dientes de sierra. El problema que algunos no desean ver es que, según la altura y longitud de la curva, puede haber nuevas oleadas, seguramente de menor intensidad, que aparecen cuando falta por inmunizarse gran parte de la población, hasta que consigamos infectarnos todos, la mayoría de manera asintomática y, como decíamos hace unas semanas, dejar al virus sin trabajo. Lo que se denomina, alcanzar la “inmunidad del rebaño”. Un ejemplo que conocemos todos es el de la gripe, que en invierno tiene su pico más alto y luego vuelve a las cotas normales, pero en su camino provoca muchas muertes que, no se nos olviden, también ocurren todos los años, aunque pasen un tanto desapercibidas o, como deberá ocurrir con la COVID-19 a partir de ahora, ya las tenemos asumidas.

Hay siete coronavirus que afectan a los humanos y cuatro de ellos son estacionales, aparecen todos los inviernos, provocando la mitad de los catarros comunes, esos trancazos que nos resultan familiares. Nos gustaría que el SARS Cov-2 siguiera el mismo comportamiento. Lo ideal sería la existencia de una vacuna, pero no creo que sea realidad hasta finales de 2021, y para entonces puede ocurrir que haya perdido interés por una inmunización amplia de la población, ofertándose únicamente a los grupos de riesgo. Luego discutiríamos sobre la conveniencia de aplicársela, como ocurre con la gripe, pero eso es para otro día. Hasta la fecha, tengo conocimiento de un equipo técnico que trabaja en alguna vacuna para gatos, otra para camellos por ser transmisores del MERS, cuya letalidad en humanos es del 35%, aunque en ninguno de los dos casos los datos sean muy esperanzadores. Salvo en aves, la vacunación contra coronavirus no es muy efectiva. No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, ni de comprar producto local, porque nuestros baserritarras, eran, son y seguirán siendo esenciales.Doctor en Veterinaria