no se hagan ilusiones. Volverán a la normalidad quienes antes de la crisis eran normales. Además, el paso del tiempo lo agrava casi todo. Quod natura non dat, Salmantica non præstat. Pero volvamos al augur de mi barrio. Feo panorama para los hoteles y lo que orbite alrededor del turismo de compras durante muchos meses. Nos olvidamos de esos turistas que se desplazan a otra ciudad por el placer de comprar, aderezándolo con gastronomía. Franceses incluidos. Me refiero a los que nos visitaban con motivo del mercadillo navideño, por ejemplo, y que tantos beneficios nos aportaban. No volveremos a ver a los japoneses en las tiendas de lujo vascas, por mucho tiempo. Por esto mismo, quizás haya que redimensionar los centros comerciales y evidenciar que son entornos seguros. El Departamento de Comercio y Turismo del Gobierno Vasco adquirirá un protagonismo que, vista su actuación hasta ahora, quizás le sobrepase. Subirá la compra online, pero un amplio segmento poblacional que se ha resistido hasta ahora, tal vez acepte una solución intermedia, es decir, se asoma a la pantalla, se adentra en un establecimiento que conoce "de toda la vida", se interesa por el producto que le interesa, lo compra, pero pasa luego por la tienda a abonarlo y recogerlo.

La clave se encuentra en el contacto físico. A partir de ahora, el público va a rehuir todo lo que suponga quebrar las medidas de alejamiento, incluso cuando nos digan que el peligro ha pasado, y esto afectará a muchos servicios, desde estética y peluquería a ópticas y, por supuesto, hostelería. A la ropa -y otros productos- de segunda mano, ni menciono. El consumidor optará por productos de larga duración, precisamente para acudir menos veces al establecimiento, porque limitar el aforo y hacer esperar al cliente en la calle no resultan ni atractivo, ni rentable.

No nos olvidamos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local.