Que un ser querido nos deje para siempre es una de las experiencias vitales más duras a las que nos tenemos que enfrentar. Que nos deje sin que nos podamos despedir, sin que podamos agarrarle la mano para transmitirle nuestro amor, es todavía mas difícil de digerir y es lo que está ocurriendo cuando una persona fallece de coronavirus en un centro sanitario o en una residencia.

Sobre el duelo que se complica ante estas situación tan anómala ha hablado con este periódico Izaskun Andonegi, terapeuta y presidenta del servicio de apoyo al duelo y enfermedad grave avanzada, Bidegin.

Nos enfrentamos a una situación casi sin precedentes en la que al fallecimiento de un ser querido se le suma la imposibilidad de despedirse.

-Está siendo un tiempo complicado, difícil para las personas que están en duelo. Esta circunstancia de confinamiento y de separación obligada del ser querido sin duda produce un impacto. Pero no solo en el que se queda, sino también en el que se va y en los profesionales que les atienden. Porque para ellos no es fácil decir a un familiar que no puede acompañar a un ser querido en su despedida.

¿Todas estas circunstancias inciden en el duelo?

- Por supuesto que el hecho de no estar ahí va a repercutir en el duelo posterior. La despedida es siempre un acto íntimo. Hay circunstancias, como un accidente o un suicidio, en los que la despedida es imposible. Dejan una mella importante y son factores que complican un duelo, lo que no quiere decir que no se pueda resolver pero sí que lo complica. Lo que sabemos, clínicamente, es que más allá de las circunstancias de la muerte, lo que hace realmente traumática esa experiencia difícil es sentir que el ser querido ha sufrido o que se podía haber evitado en morir en soledad y con falta de apoyos.

¿Qué se puede hacer?

-Es fundamental y urgente permitir que un familiar o allegado acompañe al ser querido en el final de su vida. Es un derecho humano que se está vulnerando. Igual que yo, muchos compañeros que nos dedicamos a los cuidados paliativos estamos abogando por ello.

Importante para quien se queda y para quien se va.

-Cuando imaginamos cómo será nuestra muerte pensamos que estaremos rodeados de nuestros seres queridos. El ser humano es relacional por naturaleza y esto es fundamental. Hay profesionales que están haciendo de puente entre la familia y la persona que va a fallecer. Están ahí incluso arriesgando su vida. Por ello consideramos que, con las medidas oportunas, al menos un familiar que quiera estar ahí podría hacerlo. Una cosa es que la circunstancia vital no te lo permita y otra que la situación o las decisiones adoptadas no tomen en cuenta las necesidades emocionales de las personas en el final. Consideramos que esto a la larga traerá complicaciones serias para quien se queda, incluso generará bajas laborales. Es importante poner la mirada en ello.

Con esta enfermedad, cuando la persona contagiada sale de casa no se sabe si volverá, aunque el nivel de curaciones sea también importante. ¿Estamos preparados para aceptarlo?

-Esta sucediendo así. Hay un miedo general ante la amenaza que estamos viviendo. Pero es importante subrayar que no todas las personas que desarrollan la enfermedad fallecen, ni mucho menos. Sin querer minimizar en absoluto lo que ocurre, quizá hay una saturación de información alarmista o que pone el foco en los fallecimientos. El poder de las palabras, el impacto que producen en las personas, es importante. Pero el miedo a morir lo sentimos en el ambiente y para las personas que han atravesado esta situación de que su ser querido entre en urgencias, después en la UCI, que le pongan un respirador y no pueda verle, el sentimiento de impotencia, de frustración, miedo e irrealidad está ahí. Por eso es tan importante el apoyo que reivindicamos.

Hablaba de que la huella de estas ausencias repentinas se dejará notar en unos meses. ¿Será entonces cuando comencemos a medir la realidad?

-Ahora cada situación se está viviendo de forma individual, cada uno con su propia realidad y pasándolo como puede, con las herramientas que puede ir poniendo en marcha, en primer lugar, para conectar con la realidad de la pérdida. El no poder estar junto a tu ser querido es un factor de riesgo para que se complique el proceso de duelo. Insisto en que eso no significa que los duelos no vayan a ser resueltos. La humanidad ha hecho frente a situaciones muy complicadas y tenemos esa capacidad de respuesta. Pero serán tareas de trauma, de impacto, que tienen que ver con esa soledad en el momento del diagnóstico, de la separación, de no poder expresar lo que hubieras necesitado, la imposibilidad de poner un cierre desde la gratitud, el perdón o el amor. Tenemos la sensación de que nos arrancan al ser querido y eso también tendrá una huella a nivel de impacto social.

Pero, más allá del duelo individual, quizá vaya a resultar necesario un duelo social.

-Sí, se está yendo parte de una generación de sabios, que siempre iba por delante por su proceso personal. Quisiera decir que las personas mayores están viviendo un miedo desautorizado. Estoy viendo que el miedo que sienten está desautorizado, muchos se están callando. Es como si existiera la idea de que los mayores están preparados, porque tienen mayor conciencia de muerte. En uno de los grupos había una persona mayor que nos dijo que se sentía agradecida por contar con un espacio en el que ha podido expresar el miedo que siente, porque delante de sus hijos y allegados no lo podía hacer. Porque sentía que era la persona que estaba en primera fila. "Mejor yo que mis nietos", decía. Pero no deja de ser un miedo que no puede expresar.

¿En Bidegin han activado herramientas para responder a esta situación?

-En Bidegin el servicio no se ha cerrado en ningún momento. Llevamos diez años atendiendo a las personas en Gipuzkoa a través de nuestro teléfono (664 125 293) y nuestro email. Ese servicio para orientar, sostener y contener a personas que tienen a un ser querido en un proceso avanzado, en una residencia en la que ha entrado el virus o en la UCI sigue abierto.

¿Y algún servicio específico?

-Desde el minuto uno hemos puesto en marcha el programa Zurekin, gratuito. Todos los martes hay dos sesiones telemáticas (a través de la plataforma Zoom), una a la mañana y otra a la tarde, para quienes quieran compartir sus vivencias en un grupo de doce o trece personas, darnos apoyo y sostenernos. Están resultando muy sanadoras. Incluso acuden profesionales que están ahora con una carga emocional importante y este espacio les permite autorizar lo que están viviendo. Si alguien necesita una apoyo individual también lo damos. Para contactar con nosotros pueden mandar un correo a zurekin@bideginduelo.org o llamarnos al teléfono de Bidegin. Posteriormente estableceremos contacto con esa persona. Si manda el email a Zurekin es para tomar parte en el programa comunitario, con más personas. Si llaman por teléfono se les da también la opción de un encuentro individual puntual, que también es gratuito. Si ya la persona necesita y quiere hacer un trabajo personal, profundo y de largo recorrido, entraría en el programa de Bidegin, con los terapeutas y abonando la tarifa establecida.

"El miedo de las personas mayores está desautorizado, existe la idea de que están preparados y tienen más conciencia de la muerte"

"Tenemos la impresión de que te arrancan a tu ser querido y eso también dejará una huella y tendrá un impacto social"