entrar para volver a salir. Se conoce como puerta giratoria, y afecta a un número creciente de jóvenes con patologías mentales que, por falta de referencias sociales, acaban ingresando en centros psiquiátricos cada dos por tres.

Así lo observan desde la Fundación Hurkoa, que en los últimos tiempos ha visto cambiar radicalmente el perfil de usuarios que llega a esta entidad, lo que de algún modo ofrece una fotografía de las nuevas necesidades sociales.

Esta entidad, creada por Cáritas Diocesana de Donostia, se ha venido ocupando históricamente de las personas mayores en situación de fragilidad y dependencia. Pero las cosas han cambiado. Con el curso del tiempo, este colectivo ha sido superado por primera vez por el de personas jóvenes con enfermedad mental.

“De las 580 personas atendidas actualmente, la mayor parte responden a ese perfil”, indica Ignacio Del Pozo, gerente de la fundación.

Esta nueva realidad, que les ha obligado a cambiar su sistema de trabajo, se ha convertido en un reto en la medida que no existen recursos suficientes para todos ellos. “Hasta ahora, en la atención a las personas mayores había un ciclo natural, pero los jóvenes necesitan de nuestra atención durante muchos años, y atenderles no es fácil, en buena medida, por la realidad que les rodea.

La mayor parte de ellos son jóvenes sin recursos económicos que, en el mejor de los casos, cobran alguna ayuda social”. Pero el dinero no es el principal problema. “Tienen una sensación de abandono. Muchos de ellos hacen vida de calle y están inmersos en situaciones muy complicadas.

Son muy difíciles de tutelar porque, como jóvenes que son, van y vienen”. La mayor parte padece patologías mentales como esquizofrenia.

Lamenta Del Pozo que los recursos disponibles para atender a estas personas sean escasos. “Es verdad que la red ha ido aumentando, pero los recursos siguen siendo insuficientes para el número de personas que hay que atender. Así como en el caso de los mayores la red residencial cubre más o menos las urgencias, en el caso de salud mental hay pocos recursos, y están saturados. Eso hace que estén más tiempo en la calle, se descompensan y vuelven a ingresar en el psiquiátrico. Es lo que se conoce como la puerta giratoria, y el problema es que no hay un seguimiento adecuado”, lamenta.