Donostia. Norma Vázquez ofreció ayer una doble conferencia en el marco de las V Jornadas de Urgencias Sociales de Euskadi, en las que trató temas relacionados con los protocolos de actuación locales y la problemática que se encuentran los servicios sociales cuando tienen que intervenir en un caso de maltrato.

¿Son suficientes los protocolos de actuación que existen actualmente?

El problema está en que no todos los ayuntamientos tienen protocolos y existe una diferencia entre pueblos importante. Además, a veces no es suficiente solo con que exista una actuación sino que hay que ver qué servicios hay y cuáles se necesitan.

¿Cómo se puede reducir esa brecha que existe de una población a otra?

Necesitamos una implicación política y presupuestaria al respecto, porque hace falta mucho dinero.

¿Cuáles son los principales problemas a los que hay que hacer frente en una situación de intervención?

Hay problemas de todo tipo. Desde relacionados con las condiciones de vida de la mujer, es decir, problemas económicos, problemas a la hora de poner la denuncia, problemas con la vivienda..., a otros del tipo psicológico.

Cada caso requerirá de una atención distinta.

Hay tres niveles de intervención. En primer lugar, la de urgencia, en la que se trata de salvar la vida de una mujer que está en peligro evidente. Es estos casos no te puedes parar a reflexionar porque la urgencia de la situación requiere de una actuación. Hay otra intervención destinada al medio plazo, en la que se estudia cómo cambiar esa relación que le está maltratando. Y, por último, a largo plazo, tratamos de cambiar las pautas de relación.

¿Es posible cambiar la manera de relacionarse con los hombres?

Es un trabajo muy largo que requiere de mucho tiempo, incluso años. Si una mujer decide relacionarse afectiva y sexualmente con otro hombre y sus pautas le ponen en cierto riesgo de desigualdad o desventaja, hay que enseñar a cambiar esas pautas de vinculación, cambiar esas dependencias.

¿Cuál es el objetivo cuando se interviene en un caso de violencia de género?

El objetivo final debe ser conseguir llegar al empoderamiento, es decir, trabajar desde los recursos que tienen las propias mujeres, enganchar con ellas desde su fuerza, no desde su situación de víctimas. Hay que apoyar a la mujer paso a paso, pero en los pasos que ella quiere y puede dar, no en los pasos que nos gustaría que diese.

¿Cómo se puede proteger a las mujeres cuando la atención pública falla?

Siempre esperamos que eso no ocurra pero, cuando pasa, la víctima echa mano de sus redes naturales: las amigas, la familia cuando la hay, los hijos... es importante ver cómo se involucran socialmente esos entornos cercanos de las mujeres para apoyarlas en el proceso pero hay que tratar de que la vía pública no falle.

¿Cómo puede mejorarse la calidad de la atención que reciben estas mujeres?

Se puede mejorar desde muchos aspectos pero, sobre todo, hay que mejorar la calidad humana en cuanto a la comprensión del problema. La atención, el encontrar salidas junto a la mujer, junto con su entorno, suponen más de la mitad de la intervención y ahí necesitamos mejorar.

¿Qué herramientas se necesitan para mejorar esa atención?

Por una parte, falta sensibilización de la población, que tiene una falsa idea acerca de todo lo que envuelve a las maltratadas, los servicios de los que disponen o el respaldo judicial con el que cuentan. En cuanto al personal técnico que trabaja en situaciones de intervención, hace falta una mayor formación. Se trata de un tema reciente, que no está en el currículo. Generalmente tienen que formarse mediante másters, cursos o jornadas. Y, además, desde el ámbito institucional faltarían cursos de formación continua para los profesionales.

¿Corremos el peligro de que con la crisis las partidas dedicadas a la atención a las mujeres maltratadas se reduzcan?

Espero que no porque los compromisos políticos que hay al respecto son fuertes. De momento, los servicios de urgencia y de medio plazo no se han reducido, pero habrá que ver con los servicios a largo plazo.