Donostia. "Impresionante", "eficaz" y "encomiable" son algunas de las palabras con las que el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, describió ayer la labor del sacerdote Ángel Olaran (Hernani, 1938). Sin embargo, el misionero de los Padres Blancos, premiado con la Medalla de Oro de Gipuzkoa 2010 por su trabajo junto a los más necesitados de Etiopía, quiso quitarse mérito. "Ayer hablé con él -apuntó Olano- y me dijo que se sentía abrumado".
Y es que tal y como explicó Imanol Apalategui, presidente de la Fundación Etiopía-Utopía y amigo de Olaran, "a él no le gustan estas cosas, es muy humilde y no admite una flor. Cree que tiene la obligación moral de hacer lo que hace".
Según la Diputación Foral, el galardón que le será entregado el próximo 23 de diciembre, ha pretendido visibilizar a la Gipuzkoa solidaria. "Hay alrededor de 500 misioneros guipuzcoanos en el mundo y Ángel ha sabido concitar adhesiones de ONG, instituciones y asociaciones civiles. Él es el mejor representante de esa solidaridad", apuntó el diputado general.
Además de su trabajo solidario, Olano puso el acento en el discurso del hernaniarra, "muy crítico con el modelo de sociedad actual. Sus ideas son grandes bofetadas para nuestras conciencias y esperamos que este premio sirva de altavoz para esa visión que censura un sistema injusto producto del que mueren 20.000 niños de hambre".
Ángel Olaran ha desarrollado gran parte de su trabajo en África, donde lleva más de 40 años. Después de 20 en Tanzania, se trasladó al norte de Etiopía (Wukro) donde desde la misión Saint Mary trata de mejorar aspectos como el de la educación o la sanidad.
Actualmente, está sumergido en un proyecto de reforestación y encoframiento de aguas, en una escuela de secundaria para chicas y en ayudar a las prostitutas, "aunque su pasión son los niños", subrayó su amigo Apalategui. En concreto, los 2.400 huérfanos que dependen de sus iniciativas. Además, Olaran aprovechará su estancia durante estas semanas en Gipuzkoa para pedir ayuda para los ancianos de Wukro.