Con el escenario de pactos todavía abierto, los partidos empiezan a jugar sus cartas, también los que tienen buena mano pero mala jugada. El caso de UPN, que con 15 escaños retiene la hegemonía de la derecha pero queda una vez más fuera del juego de mayorías. Javier Esparza mira ya a Madrid con la esperanza de que la dirección del PSOE fuerce un giro en Navarra que ahora mismo no parece probable.

En similar situación ha quedado EH Bildu, que gana dos escaños y sube hasta los nueve, pero que ve cómo se diluyen sus opciones de lograr la Alcaldía de Pamplona, su principal apuesta en estas elecciones. La entrada de la ultraderecha en el Parlamento le aboca además a una abstención en la investidura de Chivite. Arnaldo Otegi reclamó ayer la alcaldía de la capital para su formación y advirtió al PSN de que “deberá explicar” la continuidad de UPN al frente del Consistorio. Sin embargo, lo desvinculó de lo que vaya a ocurrir con el Gobierno.

Unos y otros miran de reojo a Madrid, donde su influencia política puede crecer tras las próximas elecciones generales. Los regionalistas con la esperanza de que el miedo electoral cunda en las filas socialistas en plena precampaña. Mientras que EH Bildu confía en que sus votos en el Congreso vuelvan a ser imprescindibles tras las elecciones de julio. Incluso para plantear una moción de censura en Pamplona.

Ambos en todo caso van a jugar un papel protagonista en la constitución del nuevo Parlamento y en la de los de los ayuntamientos, donde han ganado presencia institucional. Fundamentalmente en Pamplona y su comarca, donde rivalizan por una hegemonía municipal que en muchos casos tendrá el PSN como árbitro. Y que previsiblemente se resolverá, como hace cuatro años, del lado de la lista más votada, que en la mayoría de los casos en liza ha sido UPN.