n equipo vasco ha ganado la Copa. Entrego este artículo antes de que la final haya comenzado de modo que solo puedo desear que el partido haya transcurrido con deportividad y que el vencedor sepa serlo con grandeza y el perdedor serlo con serenidad; desear que el desenlace no sirva para aumentar la distancia entre aficiones; y desear que las celebraciones, toquen a un lado u otro, no olviden que estamos en medio de un repunte pandémico: los incumplimientos nos cuestan PIB, empleos, negocios, empresas, recursos públicos€ y vidas.

La otra noticia de la semana ha sido la OPA de MásMóvil por Euskaltel. No soy experto en economía ni en tecnología. Desconozco si era posible que Euskaltel resistiera sola peleando por dar un buen servicio en un sector tan competitivo. Desconozco cómo juega el factor de la dimensión en ese producto. Desconozco su entorno normativo y sus derivadas. Desconozco demasiado como para tener un juicio que fuera más allá de alinearme con la posición que hayan tomado unos u otros y repetir así argumentos ajenos.

Sí he observado que más de uno de los que critica con dureza ahora la pérdida ha criticado durante años cada paso del proceso desde su creación. Son los campeones del todo-está-siempre-muy-mal. Si lo perdido era valioso, deberíamos haber valorado tenerlo, con todas sus insuficiencias o imperfecciones, y haberlo cuidado. Lo dicho sirve para otros sectores en que aún tenemos empresas propias. Por ejemplo, las entidades financieras con sede efectiva en el país que destinan sus ganancias directamente a la sociedad.

La noticia de Euskaltel se ha comentado mucho desde la perspectiva de la soberanía económica. No estoy seguro de saber qué significa eso de la soberanía económica en pleno siglo XXI, pero sí sé que tener sedes centrales de empresas potentes es importante. Estas sedes fortalecen los ingresos públicos y el empleo. Además tienen efectos muy positivos en el entorno: subcontratando, creando oportunidades, atrayendo talento, formando profesionales, compartiendo aprendizajes y generando conocimiento, contactos y riqueza.

Quiero -y supongo que usted también- que mis hijos tengan oportunidades de empleo de calidad sin salir del país si no quieren salir o si, habiendo salido, quisieran volver. Y eso pasa porque haya empresas fuertes, lo que requiere de políticas públicas sólidas, solventes, fiables y sostenidas en el tiempo, requiere de un apoyo institucional a las inversiones, al I+D, a las políticas industriales, requiere de sindicatos que sean constructivamente colaboradores en la protección y promoción del empleo, pero depende también de nosotros como consumidores.

Aceptémoslo: somos un país pequeño, periférico y de relevancia global muy menor. Si queremos que el país no se empobrezca, no pierda posición, si queremos que nuestros hijos puedan aspirar a empleos profesionalmente enriquecedores, bien pagados, interesantes, motivadores y creativos en sectores como el I+D, la publicidad y el marketing, el diseño, la tecnología, la cultura, los servicios financieros y jurídicos o cualesquiera otros de ese orden sin salir del país si no lo desean, el consumo de cada cual es parte de la respuesta. En los tiempos de las relaciones online el espacio físico no es determinante pero sigue influyendo.

Qué telefónica contrato, con qué entidad bancaria opero o qué bienes consumo y en qué cadena los compro tiene consecuencias. Si consumo en un supermercado de fuera y pago con una tarjeta de un banco de fuera, no debería sorprenderme que la generación de mis hijos encuentre mejores oportunidades fuera. Lamento si su equipo ha perdido y le felicito si ha ganado, pero los partidos relevantes para nuestro país se juegan en otros campos muy diferentes.