- Valor en alza de JxCat como ariete contra las posiciones pragmáticas de ERC y de su líder en el Parlament, Roger Torrent; el vicepresident de la Cámara, Josep Costa i Rosselló (Santa Gertrudis de Fruitera, Eivissa, 1976) pertenece al ámbito fiel a Carles Puigdemont que entiende el 1-O como el "salto adelante" hacia la república catalana. Abogado y profesor asociado universitario, acaba de publicar el libro Eixamplant l'Esquerda. Hi guanyarà la independència, Ensanchando la grieta. Ganará la independencia, (Comanegra, 2020).

El mundo independentista marcha a divorcio semanal.

—También se magnifica porque hay interés de convertir en pelea lo que a veces es un debate honesto con diferentes visiones.

'La mujer del César, además de serlo, debe parecerlo', reza el dicho. ¿Es lo que entienden desde JxCat que no hace Esquerra cuando habla de la independencia como fin?

—El 1 de octubre tiene aún una ola expansiva, las réplicas del seísmo, que están muy presentes y sirven para enfocar la próxima etapa del independentismo, donde hay una dualidad de visiones. Una, la optimista, la que ve esa jornada como una victoria y un paso determinante hacia la siguiente fase; y otra que lo percibe más como un punto de llegada, de inflexión negativa, que entiende que es imposible culminar lo que se pretendía. La opción más pesimista es la que parece que ha asumido la dirección actual de ERC, y en los últimos años ha hecho difícil compartir estrategias compartidas.

Usted estuvo próximo a Esquerra.

—Cuando hace 30 años ERC escogió la independencia como elemento definidor de su ideología, era el único partido que la defendía. Hay mucha gente que ha votado y se ha identificado con ERC. Somos muchos los que hemos trabajado, militado y simpatizado con esta formación. Nosotros seguimos donde estábamos, pero es el partido el que se ha movido. Yo no tengo conciencia de haber cambiado de referentes y objetivos, pero quienes mandan en Esquerra y me representaban sí lo han hecho. Ellos se han alejado de nosotros y de su propia historia. Pero la base del independentismo sigue creciendo.

El último desencuentro concierne a las resoluciones sobre la monarquía en el Parlament. Criticó a Esquerra por aplicarse la autocensura para unirse además a PSC y C's.

—En este episodio hay elementos difíciles de entender. Los debates del Parlament han sido caballo de batalla del independentismo en los últimos años. La presidenta Forcadell aguantó muchas querellas y está en la cárcel, los tres predecesores míos fueron juzgados en julio por tramitar debates parlamentarios... La Mesa del Parlament es un epicentro del conflicto con el Estado español. Lo inédito y novedoso esta vez es que se ha adoptado la estrategia de no publicar las resoluciones aprobadas incluso antes de que alguien las impugne. Hasta ahora eso no había pasado. Nunca la publicación fue objeto de debate.

Se acusa a JxCat de no querer proteger a los funcionarios y, en este caso, al secretario general del Parlament, Xavi Muro.

—Primero, ningún funcionario, ni el secretario general ni el letrado mayor, han tenido que hacer frente jamás a una exigencia de responsabilidades, y hay multitud de acuerdos impugnados y judicializados, es por eso que no entendemos qué es lo que ha cambiado. Vamos dos pasos por delante: ni hay impugnación, ni cuando la ha habido se les ha perseguido a ellos. Y segundo, el secretario general no tiene competencias ni facultad jurídica ni política de prohibir nada sobre las publicaciones del Parlament. Nosotros no le hacemos responsable. La decisión adoptada en última instancia ha sido política.

¿A qué obedece entonces el posicionamiento de Torrent?

—Me sorprende porque no hay precedente en lo que ha ocurrido. El Gobierno del PSOE solamente ha impugnado resoluciones del Parlament con amenazas de responsabilidades penales en una etapa: la campaña electoral de noviembre de 2019, en la que empleó un discurso muy duro. Habría que preguntar al PSOE, Podemos y comunes, que gobiernan en coalición, si piensan poner ahora querellas a alguien. Se está poniendo el foco en el sitio equivocado.

Usted sostiene que la declaración unilateral ahí está, que nadie la ha revocado.

—La mayoría política que hizo el 1-O y la declaración que emana de ese mandato del referéndum nunca ha revocado ese pronunciamiento, y eso tiene valor político. No hay declaración de independencia en suspenso, la declaración se hizo y se culminó. Lo que no ocurrió es que tuviera efectos prácticos.

Y apuesta por la desobediencia civil.

—El Estado sacrificó su propia legitimidad democrática para combatir nuestro objetivo con represión. Lo que no vamos a hacer es reducirlo todo a la disyuntiva o diálogo o vía unilateral. Porque aquello que hemos visto desde octubre de 2017 y tras las elecciones del 21-D es que en el edificio político y jurídico del Estado hay una grieta, y con la desobediencia podemos avanzar ampliando esa grieta de un Estado que niega el diálogo y se muestra autoritario. Por eso la desobediencia es la vía intermedia para deslegitimarlo.

¿Qué intuye que sucederá con la mesa de diálogo bilateral? Torra habla de llevarla a Bruselas ante el desinterés de Moncloa de debatir sobre la autodeterminación.

—Esa mesa de diálogo no tiene recorrido porque solo tiene una función de intentar la distensión o la desescalada del conflicto, carece de una fórmula para resolverlo. No tiene como objetivo encarrilar una negociación real, esa mesa es el cajón de los desacuerdos que le permite al Gobierno español gestionar el día a día sin la interferencia de los obstáculos que le pone la situación política en Catalunya. Solo pretenden ganar tiempo.

Dice que hay una nueva generación de independentistas dispuesta a sufrir la cárcel.

—No debería sorprender a nadie. Alguien puede entender la desobediencia civil como instrumento de lucha y puede haber gente sin miedo a las consecuencias. Yo tampoco quiero que la gente vaya a la cárcel. Lo que digo es que hay mucha que no va a renunciar a sus principios por esa amenaza. Hay quien valora la libertad política de Catalunya por encima de la suya y está dispuesto a asumir ese riesgo. El castigo desproporcionado no fortalece al Estado a largo plazo, sino que le desgasta a nivel internacional y también en Catalunya en el ámbito no independentista. El futuro de Catalunya únicamente se puede decidir votando.

En puertas de conocer la fecha electoral en el contexto de la pandemia y de la inhabilitación de Torra por parte del Tribunal Supremo, ¿es Puigdemont la mejor baza de Junts de cara a ganar las encuestas y volver a imponerse?

—El president Puigdemont es el principal enemigo a batir del Estado, de los poderes fácticos y de los grupos unionistas. Es un líder que no se rinde, no desiste y no se va a cansar de luchar. A partir de aquí los demás factores, la fecha o el calendario, son secundarios. Su eficacia electoral es clara para la mayoría del independentismo y más tras su reconocimiento internacional con el acta de eurodiputado después de haber ganado la batalla en el Parlamento Europeo.

Enemigos los tiene incluso en el llamado espacio posconvergente con el divorcio de un PDeCAT que les lleva a juicio y una exlíder como Marta Pascal fundando otro partido.

—En realidad en los últimos años siempre han existido opciones personales o de pequeños grupos que han adoptado otros caminos pero la corriente mayoritaria del país no se ha movido. Otros intentos parecidos ya han fracasado. Se tiende a sobredimensionar desde algunos resortes mediáticos la representatividad de algunas plataformas que luego nunca han tenido recorrido. Si alguien pretende buscar un espacio político no independentista en Catalunya, hay muchos partidos con un caladero de votos. El independentismo, en cada elección, ha incrementado sus apoyos con una base sólida y más movilizada que nunca.

¿Es imprescindible traspasar la barrera del 50% de votos?

—Ni se acaba ni comienza nada con el porcentaje. Cuando el Estado ha decidido por activa y por pasiva que esto no se resuelve votando, la respuesta ya la tenemos. Han renunciado a la democracia. Nosotros aspiramos a ganar y a tener más pero el factor resolutivo del conflicto no es el porcentaje ni el número de escaños. Decía un empresario de éxito que si montas una empresa y tu único objetivo es ganar dinero, no vas a hacerlo. Si la montas es para crear un producto y aportar algo a la sociedad. Si la única obsesión es ganar votos, no lo vas a lograr. Hay que concentrarse en tener la mejor estrategia para la independencia.

¿Qué le sugiere que desde Euskadi Bildu comparta la acción de ERC al tiempo que PNV y Junts mantienen serias diferencias?

—Euskadi y Catalunya tienen cosas en común pero históricamente pocas veces han coincidido en la estrategia. Han existido alianzas, colaboraciones y lazos pero nunca desde 1978 se han dado momentos de plena sintonía. Desde el máximo respeto, es un hecho natural y lo veo comprensible y coherente que las estrategias no sean coincidentes. Eso no quita para que haya alguna pieza de estas alianzas que sean difíciles de entender en cuanto a sus recetas.

Meritxell Batet impidió el pasado martes a Laura Bòrras introducir en el Congreso el debate sobre la monarquía. ¿En qué punto ve a la institución que rige Felipe VI tras la huida de su padre?

—El Tribunal Constitucional y la Justicia han bloqueado toda opción de un referéndum de autodeterminación con argumentos e instrumentos que hacen igualmente imposible uno sobre la monarquía. Hoy en día es el mismo delito. El marco está cerrado. Pero las Constituciones rígidas no son más duraderas que las que se pueden adaptar. Y cuando no so puede modificar la Constitución, al final lo que se hace es cambiar el régimen entero. Es previsible que se vaya por el mismo camino. En ningún sitio se dice que la monarquía sea inviolable en el sentido de intocable porque se transfiere al Gobierno esa responsabilidad. Me gustaría ver a esos exministros que han apoyado a Juan Carlos I desfilar por los juzgados para decir cuáles de sus actos refrendan. El debate no es si ha cometido delito. Delitos hay. Hablamos de una familia que parece haberse comportado como una organización criminal.

"Existe otra generación dispuesta a sufrir la cárcel; el Estado ya ha decidido que esto no se resuelve votando"

"La mesa es el cajón de los desacuerdos, solo busca la distensión del conflicto sin resolverlo y ganar tiempo"

"La dirección de ERC se ha alejado de sus votantes y de su historia, y ha complicado poder compartir estrategias"

"No publicar las resoluciones sobre la monarquía ha sido una decisión política inédita sin mediar una impugnación"

"¿El PDeCAT? ¿Pascal? El que busque otros caminos debe saber que otros espacios no independentistas ya los hay"

"Hoy supone el mismo delito plantear un referéndum sobre la autodeterminación que respecto a la monarquía"