lo largo de la crisis vírica, ha habido muchos autores que han recurrido al paralelismo histórico, evocando el 75 aniversario del fin de la Guerra Mundial y el comienzo de la reconstrucción de Europa. Se ha hablado del espíritu de 1945, instando a la reproducción de aquel ambiente colectivo que produjo el ciclo de prosperidad social más duradero de la historia. Cada época tiene su afán, desde luego. Pero, digamos que todas las sociedades recrean y adaptan circunstancias y materiales históricos para aconsejar respuestas a las encrucijadas actuales. Es conocido el dicho de Jorge Oteiza, se avanza y se crea lo nuevo mirando hacia atrás, como lo hace el remero de la trainera.

Aunque las condiciones que vivíamos los vascos del sur en aquel 45 del siglo XX fueran radicalmente diferentes de las que se estaban produciendo en la Europa democrática, no es improcedente hablar de un espíritu vasco del 45 que pudiera inspirar la actual coyuntura crítica. Aquel año se materializó la Unión Vasca, formalizada entre las fuerzas políticas y sindicales vascas en Baiona. Esta es la primera, y más significativa, de las expresiones de este espíritu reconstructivo. A partir de ese compromiso ejemplificante del Gobierno y de las fuerzas que lo apoyaban, el primer lehendakari pudo convocar al esfuerzo de todos los vascos sin exclusión.

La analogía histórica no es forzada. En las próximas elecciones se competirá y se dilucidará el liderazgo político del país. Digamos que la ebullición de ideas que acompaña a las campañas es buena. Tras este proceso, sin embargo, nadie puede negarse a colaborar con el liderazgo que habrá respaldado el pueblo. Además, esta no es una crisis a gerenciar en el exclusivo ámbito de la Administración pública. Decía Agirre, y podría haberlo dicho ayer, que "ningún vasco debe quedar inactivo", a lo que añadía que "en todos los sectores de la vida vasca existe un deber que cumplir". Es difícilmente concebible que podamos resurgir sin la implicación personal y corporativa de empresarios y trabajadores, autónomos y funcionarios, padres y enseñantes... Las grandes victorias, concluiría aquel, son fruto de la coordinación de muchos pequeños esfuerzos.

No parece discutirse el marco en el que nos vamos a desenvolver, la reconstrucción. Esto no significa buscar la reposición del estado social previo a la pandemia. Nada se reconstruye igual. Lo deberíamos hacer sobre lo mejor de lo precedente. Y la sacudida ha puesto al descubierto los materiales más nocivos del suelo que todos pisamos. Un suelo que habrá que reforzar con nuevos componentes que sean la expresión de una acción colectiva realizada para el bien común coronada por el éxito.