- Bosnia-Herzegovina, que en la década de los 90 del pasado siglo sufrió la guerra civil más sangrienta de la desintegración de la entonces Yugoslavia, vive una creciente tensión por los planes secesionistas de los serbobosnios. Así, el alto representante internacional para Bosnia, el alemán Christian Schmidt, ha alertado esta semana de que el país afronta “la mayor amenaza existencial” desde el fin de la guerra en 1995.

El líder de los serbios de Bosnia, el ultranacionalista Milorad Dodik, amenaza con retirar sus tropas del Ejército común para formar uno propio y abandonar el sistema judicial y fiscal común de Bosnia, un país de 3,3 millones de habitantes dividido en dos entes, uno serbio y uno conjunto para bosniacos y croatas.

En su primer informe desde que asumió el cargo en agosto, Schmidt advierte de que abandonar las instituciones centrales violaría la Constitución y el Acuerdo de Paz de Dayton (1995), lo que “equivaldría a la secesión sin su proclamación”.

El documento fue enviado al Consejo de Seguridad de la ONU, aunque Schmidt no pudo presentarlo en persona por la oposición de Rusia y de China, que ni siquiera reconocen la legitimidad de su cargo, creado en el marco de Dayton.

Más allá de la división entre los tres pueblos bosnios, que sus dirigentes alimentan con demagogias nacionalistas de la que viven electoralmente, varias potencias tienen intereses propios en Bosnia. Al igual que en otras partes de los Balcanes, China está aumentando su presencia económica con inversiones y proyectos en infraestructuras, al tiempo que Moscú considera la región dentro de su ámbito de influencia y Turquía se presenta como autoridad protectora de los bosniacos (bosnios musulmanes).

Incluso algunos Gobiernos de la Unión Europea, como los de Eslovenia o Hungría, han planteado en los últimos meses ideas para cambiar fronteras y reajustar territorios en Bosnia, como solución a las tensiones nacionalistas.