- Bolivia celebró ayer unas elecciones llamadas a pasar página a la crisis abierta a raíz de los comicios de hace un año que terminaron por forzar la salida de Evo Morales del poder. No obstante, en un país claramente polarizado, todo parece apuntar a que habrá que esperar a la segunda vuelta del 15 de noviembre para conocer quién será el encargado de tomar las riendas en el país latinoamericano.

Estos comicios, a los que estaban llamados a las urnas casi siete millones de bolivianos, debían haberse celebrado el pasado 3 de mayo.

Como ocurrió en las elecciones del 20 de octubre de 2019, el rival a batir es el Movimiento Al Socialismo (MAS) pero por primera vez desde diciembre de 2005 su cabeza de lista no será Morales, sino el que fuera durante años su ministro de Economía, Luis Arce. Frente a él, al igual que hace un año, el candidato con más opciones es el expresidente Carlos Mesa, que concurre por Comunidad Ciudadana (CC). El tercero en la contienda es el derechista y candidato de Creemos, Luis Fernando Camacho.

Según las encuestas habrá un numero elevadísimo de votantes indecisos, lo que lleva a Arce a pensar que hay un “voto oculto” que depositará la papeleta a favor de MAS porque así “se podrán consolidar los avances económicos registrados por el país en los últimos 14 años”, unos avances en los que Arce participó desde el principio.

Los expertos inciden en el papel clave que va a desempeñar Camacho, quien fue uno de los líderes de las protestas tras el fraude electoral de 2019 constatado por la Organización de Estados Americanos (OEA). El antiguo líder cívico tiene en la región de Santa Cruz, histórico bastión de oposición al MAS, su feudo principal. Santa Cruz acoge al 26,83% de los electores registrados en el país, frente al 27,35% que alberga La Paz. Así pues, una victoria del candidato de Creemos en esta región, que produce el 70% de los alimentos del país y aporta el 30 del PIB nacional, restaría apoyos a Mesa, que fue quien se impuso en 2019 con el 46% del voto. Camacho no ha querido respaldar a Mesa, quien a su vez ha rechazado sellar alianzas y ha defendido en todo momento que son los bolivianos quienes tienen que crearlas en las urnas. No obstante, cabe esperar que, de haber una segunda vuelta, quienes voten por el líder de Creemos puedan dar su voto al expresidente.

Morales, exiliado actualmente en Argentina, ha dejado claro que si su partido gana volverá “al día siguiente” a Bolivia, lo que ha suscitado el temor de que pueda ser él quien termine gobernando en la sombra. Sin embargo, el propio Morales aseguró esta semana que sus planes de regreso pasan por “formar a futuros líderes” y que quien gobernará será Arce, quien, por otro lado, ha aclarado que su intención es estar en el cargo durante un solo mandato de cinco años. Desde Argentina, Morales celebró ayer en una breve comparecencia “el espíritu democrático y pacífico con el que se desarrolla la votación”.

Otro de los temores es la posibilidad de un nuevo fraude. Arce ha dicho que reconocería su derrota pero considera impensable que Mesa le pueda ganar en primera vuelta teniendo en cuenta los sondeos salvo que haya “fraude electoral”. Otros miembros del MAS han ido más lejos, prometiendo con sacar a sus partidarios a la calle.

La jornada transcurrió con normalidad. Tan solo en algunas zonas rurales se registraron tumultos impacientes y largas filas de votantes ante los colegios electorales.