La tregua pende de un hilo en el enclave de Nagorno Karabaj, donde armenios y azerbaiyanos son incapaces de acallar los cañones para poder canjear prisioneros de guerra e intercambiar los cuerpos de los caídos en combate. "No creo en la tregua. Siguen disparando igual que antes. Por algo vivimos en un refugio desde hace más de dos semanas", comentó a Efe Gamlet, de 80 años.

Su refugio antiaéreo, que comparte con otros ancianos, está lleno de nostálgicos del imperio soviético, ya que echan de menos la seguridad de entonces, aunque Nagorno Karabaj estaba bajo el control de la república soviética de Azerbaiyán, pese a ser un enclave de población armenia.

BOMBAS DE RACIMO

Gamlet tenía esperanzas de poder salir a la superficie, pero cada vez que lo ha hecho, ha sonado la sirena y vuelta a empezar. Con todo, no quiere que le evacúen. "Nos quedaremos hasta que vuelvan los chicos del frente. Tenemos de todo y, cuando es necesario, recibimos ayuda humanitaria", apuntó.

No lejos de dicho sótano, se encuentra el descampado donde las autoridades de la capital karabají, Stepanakert, almacenan las bombas de racimo que han caído sobre la ciudad desde el pasado 27 de septiembre.

Los encargados del desminado se ocupan de recoger las bombas por toda la ciudad y explosionarlas de manera controlada a las afueras. Sólo el domingo cayeron casi 200 bombas, pero ese es un porcentaje pequeño comparado con lo que cayó sobre Stepanakert antes de la tregua, explica Tigrán, del servicio de zapadores.

Tigrán muestra a los reporteros un cohete tipo Smerch, que tiene más de ocho metros de largo, y precisa que es "de procedencia turca".

Los vecinos ya están acostumbrados. Poco les importa que sean proyectiles o bombas de racimo. Debajo de un balcón se pueden ver restos de bombas introducidas en un caldero de metal junto a una bicicleta infantil y debajo de un tendedero.

UN CANJE IMPOSIBLE

"Desde las 12:00 horas (08.00 GMT) del sábado no hemos hecho ningún disparo y ellos nos atacan con mortero, artillería y Smerch", denuncia otro de los participantes en el desminado.

El hombre estaba indignado con los azerbaiyanos, ya que asegura que, además de atacarles durante toda la noche, no les dejan recoger los cadáveres para darles cristiana sepultura. "Cinco se acercaron a un lugar (para recuperar un cuerpo) y los mataron en el sitio", dijo. Los francotiradores se ocupan de vigilar que nadie pueda acercarse y regresar para contarlo.

"Llamamos a la comunidad internacional a que frene la guerra y la muerte de nuestros niños y de sus niños. Esta tierra no es de nadie, es de Dios. El que tiene derecho a vivir en ella, pues tiene derecho. Queremos vivir en paz, somos un país pacífico", insiste.

En caso de que se recrudezcan los combates, la edad ya no será un problema, ya que las autoridades del Karabaj anunciaron su intención de movilizar a los veteranos de la primera guerra, que acabó con victoria armenia.

MUERTOS DURANTE EL ALTO EL FUEGO

El defensor del Pueblo karabají, Artak Beglarián, cifra provisionalmente en cinco los civiles muertos en el territorio desde la entrada en vigor del alto el fuego. "Azerbaiyán no ha cesado el fuego y sigue atacando centros de población como Stepanakert, Martakert, Martuní, Gadrut y Shushá", señaló.

Uno de los muertos fue un anciano de 75 años, mientras los otros cuatro civiles fueron víctimas de una incursión de un grupo subversivo en Hadrut, a los que hay que sumar 480 soldados karabajíes caídos en el frente.

Por su parte, Azerbaiyán informó hoy de la muerte de una décima persona en el ataque perpetrado por el Ejército armenio contra la segunda ciudad de ese país, Ganja, el más grave desde el inicio del conflicto. En total, según la Fiscalía General, 41 civiles azerbaiyanos habrían perdido la vida desde el inicio de los combates.

UNA TREGUA FRÁGIL

"Vemos que por el momento estos acuerdos (de Moscú) no se respetan del todo y continúan los combates", señaló hoy el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien se reunió por segunda vez en cuatro días con el ministro de Exteriores armenio, Zohrab Mnatskanián, quien acusó a Bakú de cometer crímenes de guerra y atacar 120 ciudades del Karabaj.

Por ello exigió un mecanismo de verificación del alto el fuego, para lo que ya están en marcha las consultas entre Ereván, Bakú, Rusia y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que debe mediar y fijar las condiciones para el intercambio.