José Ignacio Munilla ha puesto fin esta tarde a doce años como obispo de Donostia en una misa celebrada en la catedral del Buen Pastor, llena hasta los topes. Decenas de personas han tenido que quedarse fuera al estar el aforo completo en una jornada especial para sus fieles. Las puertas de la catedral han quedado abiertas para que estas personas pudieran seguir la celebración desde el exterior.

“La nueva etapa es una etapa de crecimiento para mí y para vosotros”, ha indicado Munilla, que el próximo viernes tomará posesión de su nuevo cargo como responsable de la diócesis de Orihuela-Alicante, mientras que se desconoce quién será su sustituto en Donostia. “No miremos atrás con melancolía”, ha señalado: “La providencia cruzó nuestros caminos y nos ayudó a crecer espiritualmente, yo también he crecido espiritualmente, al mismo tiempo que he envejecido. Seguimos caminando. Dios deja el vino bueno para el final, lo mejor de nuestra vida está por llegar”.

El obispo guipuzcoano ha reconocido tener “dudas” sobre “cómo afrontar” esta última homilía. “El viernes acudí a la oración que hago mensualmente con los jóvenes y compartí con ellos mis convicciones más profundas, y es lo mismo que voy a hacer hoy”, ha comentado Munilla, que ha compartido un “decálogo” en el que ha recogido “las diez principales convicciones” que ha intentado transmitir a sus fieles “en estos doce años como pastor de la diócesis de San Sebastián”.

Entre estas convicciones ha destacado su petición para “acoger con los brazos abiertos” a su sucesor: “Antes incluso de saber su nombre, ofreced una colaboración leal y humilde. Lo contrario sería demostrar que las ideologías, además de ser tapaderas de heridas no sanadas, anulan la fe y el sentido eclesial”.

Ha subrayado también el obispo el valor de la familia: “En esta época de crisis antropológica en la que nos encontramos, cuidemos de la familia. Quiero agradecer la delicadeza del Señor por haberme permitido despedirme de mi madre hace dos años de forma inolvidable. Ha sido un detallazo, Señor”.

Munilla ha revelado que por la mañana ha visitado la prisión de Martutene: “Ha sido la despedida de los encarcelados. Aprovecho para decir que en pocos lugares he vivido la celebración eucarística con mayor presencia de Dios como cada vez que he acudido a esa prisión”.

El próximo viernes, día 12 de febrero, tomará posesión de su cargo como obispo de la diócesis de Orihuela y lo hará subido a lomos de una mula blanca, tal y como marca la tradición en la localidad alicantina. Para no dejar nada al azar, el guipuzcoano ha estado recibiendo clases de monta en la yeguada militar de Lore Toki (Añorga), tal y como ya contó este periódico. “Con vosotros he sido cristiano. Os llevaré siempre en mi corazón. Eskerrik asko”, ha despedido su discurso. Después, al término de la misa, ha recibido, visiblemente emocionado, una reproducción de la virgen de Aranzazu mientras recibía el aplauso de los alrededor de 600 fieles que han llenado los bancos y los laterales de la catedral.

PROTESTAS Fuera, además de las personas que no han podido acceder al interior, se han dado cita grupos feministas que han protestado por estos doce años de obispado de Munilla, rodeado de la polémica por sus críticas habituales al feminismo y a los movimientos en defensa de las personas homosexuales. Su talante ayer -y el pasado 7 de diciembre, en su comparecencia de prensa para anunciar su despedida- fue más moderado. Falta ahora por saber quién ocupa su lugar y si esa figura es más conciliadora dentre de la comunidad diocesana de Gipuzkoa de lo que ha sido Munilla.