u impacto ha sido mucho menor del que se esperaba, pero el coronavirus ha alterado varias veces el modelo de trabajo de la unidad de Pediatría del Hospital Donostia. Solo un niño ha dado positivo en COVID-19, y ni siquiera ingresó en el centro por síntomas relacionados al virus, pero eso no ha relajado la atención de los sanitarios, sabedores de que una propagación del virus entre los menores ingresados podría suponer una saturación imposible de atender. Con motivo del Día del Niño Hospitalizado que se celebra hoy, NOTICIAS DE GIPUZKOA conoce de primera mano el funcionamiento de esta unidad que ha visto reducida en un 70% su atención en urgencias y que trata de tranquilizar a niños y padres obligados a desplazarse a un centro hospitalario en plena pandemia.

"Hay familias que no quieren venir, pero tratamos de tranquilizarlas y hacerles ver que se toman todas las medidas de seguridad. Al final, terminan por ser muy comprensibles". Esta frase de Joseba Landa, jefe del servicio de la unidad de Pediatría del Hospital Donostia, resume cómo ha sido el trato con aquellos progenitores a los que no les ha tocado más remedio que acudir al centro sanitario en las últimas semanas.

Cierto es que los datos no son nada alarmantes. Solo un niño, ingresado por síntomas de otra patología, ha dado positivo en COVID-19 en el centro donostiarra, y los casos graves de coronavirus en pediatría solo representan el 1% de toda la población afectada a nivel mundial. Sin embargo, se cree que el 50% de los menores podrían ser asintomáticos, por lo que no se debe bajar la guardia.

Por ello, desde el estallido de la pandemia en Euskadi, todos los niños que ingresan en la unidad deben realizar la prueba del virus. Además, un único acompañante puede ir con el menor. "No ha habido pánico y sí adaptarse a la situación. Algunos padres venían con miedo pero, en general, se ha llevado bien", explica Landa.

Los hidrogeles, la mascarilla, la distancia de seguridad y hasta un protocolo de entrada diferenciado para posibles contagiados de COVID-19 y el resto han sido medidas muy bien acogidas tanto por los padres como por los sanitarios, pero ninguna ha sido tan eficaz como la reducción en un 70% de la atención en urgencias fruto del cierre de colegios y la imposibilidad de no salir de casa durante semanas. "Gracias a ello ha sido más fácil gestionarlo todo. Con lo que se tarda en poner y quitar todo el equipo de prevención habría sido muy complicado atender a todo el mundo", indica Begoña Villas, supervisora de la unidad.

El miedo de los menores

"Los niños alucinan"

Tener que quedarse ingresado en medio de una pandemia sanitaria no ha sido nada fácil para los padres, pero, ¿y para los pequeños? "Tenía mucho miedo, no quería venir. Es una niña muy concienciada y decía que no podía salir de casa", afirma Arsenia Ospina sobre su hija Andrea, de 13 años, que tuvo que ingresar ayer para iniciar un tratamiento de fortalecimiento de huesos.

La pequeña tenía cita para marzo, justo en el preciso momento en el que estalló la epidemia, por lo que decidieron retrasarlo "una y otra vez" hasta que "ya no ha quedado más remedio que venir": "Ella es consciente de todo y, como yo trabajo de cara al público, tenía miedo de que hubiese llevado a casa el virus". Un temor que ayer mismo quedó descartado al dar negativo en el test del COVID-19. "Ahora quiero que me lo hagan a mí, pero no lo hacen", bromeaba la madre.

"Los niños, sobre todo los más pequeños, han alucinado con los trajes de protección, para ellos era como estar en una película. Los padres sí que lo han llevado con algo más de miedo, como es lógico", apunta Villas.

Aunque el bloqueo al virus ha surtido efecto en la unidad de Pediatría, por el momento la desescalada que ya se asoma en el exterior es una quimera para los centros hospitalarios. "Nos ha costado encontrar un protocolo adecuado. Nos hemos tenido que ir adaptando constantemente a cada situación y al equipo que nos llegaba, por lo que no lo vamos a cambiar", explica la supervisora de la unidad.

Además, tras el verano se avecina un futuro "de incertidumbre y temor". Cada año, entre noviembre y febrero la unidad de lactancia debe abrir su segundo pasillo al dispararse los casos de patologías de VSR (virus sincicial respiratorio). Esta realidad, unida a un incremento alarmante de afectados por el COVID-19, desbordaría a los sanitarios. "La experiencia que tenemos de estos meses nos puede servir, pero si esta segunda oleada es grande, no podríamos hacer mucho", prevé Landa.

"Hay mucha incertidumbre en el futuro. Esperemos que todo lo que hemos aprendido en estas semanas nos sirva", asegura por último Villas.

"Nos hemos tenido que adaptar constantemente a cada situación y al equipo que nos llegaba"

Supervisora de Pediatría (H. Donostia)

"No ha habido pánico y sí adaptarse a la situación. Algunos padres venían con miedo al hospital"

Jefe del servicio de Pediatría (H. Donostia)