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100 años del regalo más verde

Este año se cumple un siglo desde que el ayuntamiento de donostia aceptó el parque de cristina enea, que le fue legado por el duque de mandas, fallecido sin descendencia

100 años del regalo más verde

Este año se cumple un siglo desde que la ciudad aceptó uno de sus regalos más verde: el parque de Cristina Enea. La zona, que en la actualidad se acerca a los 95.000 metros cuadrados, no es un espacio natural poblado de árboles variados por casualidad. Fue una creación que duró varias décadas y que se construyó en un entorno de antiguos caseríos cercanos a la ribera del río.

Según explica en sus estudios el geógrafo José Antonio Sáez, Fermín de Lasala y Collado, duque de Mandas, empezó a adquirir en 1863 terrenos para construir una casa de campo rodeada de un gran jardín. Las fincas que pasaron a sus manos correspondían a los caseríos Micaelene, Chicoene, Manuene, Manuelenea, Egañategui, Toledochiqui, Leriñene y Torres. Para completar el recinto, también se hizo con terrenos a la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. El duque de Mandas, que enviudó sin descendencia, decidió bautizar la finca con el nombre de Cristina Enea, en memoria de su mujer, la aristócrata Cristina Brunetti de los Cobos.

Años después, tras el fallecimiento a tiros de la joven ecologista de Egia Gladys del Estal, en 1979, se desarrolló un movimiento popular en favor de rebautizar el parque como Gladys Enea, en parte también porque no pocos creían que el nombre de Cristina correspondía a la reina que veraneaba en Donostia. El movimiento cuajó en ciertos sectores y, en la actualidad, aunque el nombre oficial es Cristina Enea, muchas personas llaman al parque Gladys Enea.

Como Cristina Brunetti y Fermín Lasala no tuvieron hijos, este último decidió legar al Ayuntamiento la propiedad, en la que había ido plantando numerosos árboles ornamentales traídos de distintas partes del mundo. En 1918, hace ahora un siglo, el Pleno municipal aceptó el legado del duque pero hubo que esperar a que se fueran extinguiendo los distintos usufructos señalados en la herencia para que se produjese la cesión efectiva, que se retrasó hasta 1826.

La primera usufructuaria fue la cuñada la duquesa de Mandas, Inés Brunetti. Para después estaba señalada una lista de parientes -su hermano político, José Brunetti, su mujer Virginia Lowery y la sobrina de estos, Berenguela Collado y del Alcázar, marquesa del Riscal y de la Laguna- que también tenían derecho a ser usufructuarios. Sin embargo, para ello, según el testamento, debían residir un cierto tiempo al año en la finca. Quizás por ello, cuando falleció Inés Brunetti, los demás herederos optaron por ceder la finca al Ayuntamiento, eso sí, exigiendo que se cumplieran una serie de condiciones del agrado del duque de Mandas.

En concreto, Fermín Lasala había dejado escritos sus deseos y eran muy concretos. Por ejemplo, que el parque no sirviese para el juego. “Ni en el parque ni en las casas” ni a “la pelota, el fútbol, las quillas, la barra, sea la inmunda ruleta, a los caballitos, sea el clásico tresillo?”, concretó el aristócrata.

Tampoco almuerzos

Tampoco era aficionado al baile y firmó: “Prohíbo se baile, solo permito que tres veces al año, en primavera una vez, la segunda vez en verano, la tercera en otoño, toquen la banda municipal y la militar o cante el Orfeón? “. Entre las estipulaciones también se exigía: “Ha de quedar cerrado Cristina Enea al anochecer. No se tolerarán almuerzos, comidas ni de cosa alguna, ni siquiera de agua fresca. Cristina Enea muerto yo, ha de conservar el carácter que hoy tiene, sin más novedad al cesar los usufructos que la de entrar el público a pasear”.

Además, el Duque recalcaba en su testamento que los edificios solo podrían estar habitados por trabajadores del parque con dos excepciones: jefes del Estado o príncipes que llegasen a Donostia a visitar a la familia real o como residencia del obispo o el nuncio del Papa.

El testamento del Duque de Mandas fue muy estricto y de hecho fue la excusa perfecta para no tocar la finca y que se mantuviese intacta durante cerca de 80 años. Pero el Ayuntamiento decidió en 2005 dar inicio a una serie de obras en el espacio verde que resultaron muy polémicas. Algunos grupos de la oposición aludieron al mandato del Duque de Mandas para rechazar el proyecto e incluso presentaron una denuncia ante la Comisión Europea. Por su parte, el grupo naturalista Haritzalde denunció ante la Fiscalía de Medio Ambiente los daños provocados por las obras en la biodiversidad pero estas quejas no tuvieron efecto.