donostia - Se detectó el pasado día 15 y su imagen no tardó en hacerse viral. La Asociación de Guardas Forestales de Gipuzkoa publicó en Twitter el vídeo de una planaria del género bipalium, una especie de gusano o culebra plana procedente de junglas tropicales y bosques templados. Se trata de una especie voraz, que depreda sobre caracoles y lombrices, alterando significativamente el ecosistema de los suelos.

La planaria bipalium es uno de los últimos ejemplares invasores que se han detectado en Gipuzkoa, donde desde hace más de una década la Diputación trabaja de forma “específica y sistemática” para plantar cara a una decena de especies que afectan de forma grave a los ecosistemas locales. Esta batalla, mucho más compleja de librar de lo que puede parecer a simple vista, tiene un coste anual que ronda los 100.000 euros, y su efectividad no es siempre la esperada. “Hay países que, con determinadas especies, han arrojado la toalla. Es el caso de Inglaterra con la fallopia (una especie herbácea perenne que crece en las riberas de los ríos). Aquí seguimos tratando de contenerla”.

Quien habla es Jon Zulaika, técnico del área de Flora y Fauna Silvestre de la Diputación, que junto a Iñigo Mendiola, jefe de este servicio, son los que más conocen la batalla que se libra en el territorio.

No es un asunto baladí. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera que, tras la pérdida de hábitats naturales, las especies invasoras son el mayor problema que tiene la biodiversidad a escala global. Y los pronósticos no son halagüeños. “Están apareciendo especies nuevas de forma incontrolada, a un nivel no sé si insostenible, pero sí no controlada. Con la globalización actual, hoy en día te puede venir de cualquier parte del mundo cualquier cosa, a veces sin enterarte. Y en el futuro va a ir a peor”, advierte Zulaika.

Las consecuencias económicas de este problema se cuentan por miles de millones y cada Administración lleva a cabo una guerra por su cuenta, reduciéndose así las probabilidades de éxito.

del cangrejo a la avispa asiática La lucha contra animales invasores en Gipuzkoa no es nueva. Se normalizó entre diez y quince años atrás, con partidas específicas para el control de especies que actualmente suman los 100.000 euros anuales. Sin embargo, la pelea comenzó algunos años antes, en concreto, para evitar la desaparición del cangrejo ibérico, hace alrededor de 20 años. “Lo que pasó entonces es que se introdujo el cangrejo rojo americano intentando fomentar la pesca. Luego se trajo el cangrejo señal para luchar contra el rojo y te metes en una espiral de locura, porque son especies con una capacidad enorme de ocupar el medio y de desplazar a las autóctonas”, cuenta Mendiola.

Grandes quebraderos de cabeza ha producido también la rata castor (Myocastor coipu), que puede llegar a pesar hasta 15 kilos y que está presente principalmente en la bahía de Txingudi. Al contrario que el cangrejo rojo americano, no es una especie que desplace a la fauna local, pero “sí es capaz de degradar hábitats de gran importancia, como las marismas”. El trabajo realizado ha permitido limitar su población a la bahía de Txingudi. Sin embargo, la lucha contra estos animales que en ocasiones son confundidos con castores, es trabajosa y en ocasiones, frustrante. “Se trata de una especie que entra en Gipuzkoa por Iparralde y aunque aquí disparemos el esfuerzo, si en el otro lado no se hace nada, en dos días vuelves a tener nuevos ejemplares”, lamenta Mendiola.

Algo muy similar ocurre con la rata almizclera (Ondatra zibethicus). “Es imposible erradicarla, pero hemos logrado mantenerla en densidades muy bajas para evitar que dé el salto a otras cuencas. Está en el Bidasoa, sí, pero al menos por el momento se ha evitado que dé el paso al Urumea”, apunta.

Otra de las luchas mantenidas en Gipuzkoa ha consistido en el control del visón americano (Neovison vison), que actualmente constituye la principal amenaza para el visón europeo (Mustela lutreola), en peligro de extinción.

Pero si hay una especie que ha supuesto una verdadera pesadilla para la Diputación ha sido la presencia de la avispa asiática (vespa velutina). Letal para las abejas y avispas autóctonas, desembarcó, literalmente, en Burdeos en el año 2004, adonde llegó a bordo de un carguero chino. Su extensión hacia el sur de Europa resultó imparable y en 2008 su presencia estalló en Gipuzkoa. Desde entonces, la población ha continuado sin freno. Cada año se destruyen del orden de 1.500-2.000 nidos, pero no se consigue controlar su avance. Es, sin lugar a dudas, la especie que más trabajo ha dado a los servicios forales. “Es muy costoso, requiere mucho trabajo de organización y métodos muy sistemáticos y el problema es que no sabemos si vamos a ser capaces de mantener ese nivel de esfuerzo”, reflexiona Mendiola, quien añade: “Trabajas y trabajas, pero el problema sigue ahí, es una de esas especies que ha venido para quedarse”. “¿Estamos dispuestos a asumir que esto va a ser como un mantenimiento habitual que no va a arreglar la situación?”, plantea.

ecosistemas en peligro Pero esta situación no afecta únicamente a la fauna. De hecho, en Gipuzkoa hay una mayor presencia de flora invasora, aunque hay dos situaciones muy diferenciadas: aquellas especies que, pese a que están muy propagadas, tienen un impacto menor debido a que afectan más a terrenos artificiales; y aquellas que teniendo un impacto menor, afectan a espacios de especial interés, como dunas o marismas.

En lo que a las especies más visibles respecta, Gipuzkoa lucha desde hace una década contra variedades como el carrizo de la Pampa (Cortaderia selloana) o el arbusto de las mariposas (Buddleja davidii).

Mayor problema representa el polígono japonés (fallopia japónica), que ocupa las riberas de los ríos. “En su día se pensaba que protegía eficazmente las riberas, porque las revegetaba, las ponía verdes... Pero con el tiempo nos hemos dado cuenta de que las ocupa y altera mucho la vegetación original”, señala Zulaika. Esto ha generado problemas “muy serios”, ya que las riberas son espacios “especialmente significativos para la conservación de las especies, de los peces...”. Por ello, Zulaika no duda en asegurar que “a día de hoy, es la planta que mayores problemas genera”.

Y luego están las que afectan a zonas específicas de especial conservación y que exigen una gestión “muy decidida”. Es el caso de la onagra de mar (Oenothera drummondi/glazioviana), que daña zonas dunares o de la chilca (Baccharis halimifolia), con especial afección en las marismas.

“No voy a decir que ha desaparecido, pero tienes que buscar y mucho para encontrarla, falta muy poco para erradicarla”, celebra Zulaika.

Se trata de la parte positiva de una lucha que muchas veces resulta infructuosa. Es el caso de numerosas herbáceas, “imposibles de controlar”, según admite la propia institución foral.

falta de estrategia global No es fácil rendir batalla individual contra las especies invasoras y, aunque el problema afecta a muchos países europeos por igual, todavía faltan estrategias comunitarias para encarar la situación. Es precisamente esta una de las reclamaciones de los expertos. “El reglamento es muy precario y no existen programas de actuación conjuntos, cuando es algo imprescindible”, apuntan. Asimismo, añaden: “Así como para las aves migratorias existe una directiva europea reguladora, una especie que se mueve en todo un continente necesita de un grado de gestión consensuado a nivel global. No puedes estar rompiéndote los cuernos con una especie aquí cuando en el otro lado no le hacen caso”, lamenta Zulaika.

Pero no solo a nivel internacional. También en el ámbito local las estrategias son ampliamente mejorables. “No tiene ningún sentido estar gastando dinero y recursos, por ejemplo, quitando plumeros, si a cien metros tienes una infraestructura ferroviaria que esté dispersando estas semillas”.

Y es que las especies invasoras requieren de una lucha que “o la hacemos todos a la vez o no va a servir de nada”.