Donostia - Unos botes de crema valorados en 44 euros precipitaron ayer la dimisión, ya prevista, de Cristina Cifuentes. Concretamente, el hurto de estos productos en un supermercado de Vallecas ubicado frente al Parlamento regional, cuando la ya expresidenta de la Comunidad madrileña era número dos de la Asamblea de Madrid. Al parecer, Cifuentes sustrajo dos botes de crema antiedad de la marca Olay de una estantería y, tras ser descubierta por una dependienta de la sección de perfumería, fue retenida por los vigilantes de ese Eroski. El último episodio de una carrera política mancillada por el falso máster y que ha terminado en sainete. La política popular calificó este suceso como un “acto involuntario” que posteriormente resolvió pagando las cremas y enmarca lo sucedido como una campaña de acoso y derribo contra su persona debido a su política de “tolerancia cero” frente a la corrupción que ha llevado al PP de Madrid como habitual en los juzgados, una vendetta en toda regla. La decisión de dimitir, admitió, la tenía tomada y pensaba anunciarla el 2 de mayo.

Este escándalo, destapado por el diario digital OkDiario en un vídeo ya viral, se suma al caso del máster que supuestamente hizo en 2012 en la Universidad Rey Juan Carlos, y cuya obtención, rodeada de irregularidades, abrió una crisis en la Universidad y una investigación en la Fiscalía. Sin aludir a este tema, Cifuentes denunció cómo se le ha torpedeado en las últimas semanas “mañana, tarde y noche, por tierra, mar y aire”, y aunque en una nota enviada a los diputados regionales del PP, les hizo saber que continúa como presidenta del partido en Madrid y que mantendrá su acta de diputada autonómica; Mariano Rajoy le comunicó sin hablar directamente con ella que tenía que dimitir de inmediato tras descubrirse su tropelía final. Es más, según fuentes de la dirección del PP, el presidente español pidió al coordinador general, Fernando Martínez Maíllo, y a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, que la dirigente madrileña debía abandonar su cargo antes del Pleno de los presupuestos, que arrancaba a las doce en el Congreso.

Cospedal, amiga personal de la política madrileña, puso rumbo a la sede del Gobierno regional para hablar con ella. Y pocos minutos antes del mediodía, a la vez que Rajoy llegaba al patio de la Cámara baja en coche, anunciaba su cese en una comparecencia ante la prensa. De esta manera, al entrar en los pasillos del Congreso, el líder del PP pudo ofrecer su versión tras el escarnio público. “Cifuentes ha hecho lo que tenía que hacer, era obligada su dimisión en esta situación. Hemos oído sus explicaciones, tenía derecho a darlas y ahora empieza una nueva etapa en el PP de Madrid”, manifestó. En medio minuto, Rajoy también le marcó el camino: debe abandonar el control del PP de Madrid. Y es que a falta de menos de un año para los comicios municipales y autonómicos, cree que Cifuentes no puede estar al frente de la preparación de ese ciclo.

En este escenario, Cifuentes puede dar un paso al lado con Génova asegurándose de que no haya batalla entre los partidarios de Esperanza Aguirre, a quien no pocos ven maniobrando en toda esta historia, y cifuentistas ; puede convocarse un comité ejecutivo nacional y en ese órgano de dirección decidirse la intervención del PP de Madrid y el nombramiento de una gestora; o, en último extremo, suspender de militancia a Cifuentes. “He aguantado más de 34-35 días de una exposición permanente. Lo ocurrido hoy traspasa una línea”, señaló emocionada ella, insistiendo en que el hurto fue un “acto involuntario” por el que recibió intentos de extorsión denunciados a la Policía. “No quiero dañar a mi familia, que es por quien tomo la decisión, para que no sigan sufriendo este calvario”, precisó. “Es parte del precio de haber mantenido tolerancia cero contra la corrupción”, apuntó. Una conducta que ha provocado que haya sido “espiada” y que circularan dosieres contra ella. Su número dos, Ángel Garrido, asumirá la presidencia interina hasta que la Asamblea regional acoja otro Pleno de investidura en un máximo de 22 días. “Doy el paso atrás para que la izquierda no gobierne”, se consoló. “La resistencia de las personas tiene un límite y he llegado a él. Me voy con la cabeza muy alta, con un sentimiento amargo, pero satisfecha”, zanjó Cifuentes, que pasó de ser el mirlo blanco del PP a salir acorralada por los escándalos.