desde que en el año 2008 el vertedero de San Marcos dejara de recibir basura, Gipuzkoa ha ido dando pasos en firme para abandonar las políticas de residuos basadas en este tipo de infraestructuras obsoletas. Casi diez años después de aquel hito, el territorio ha visto como los cuatro principales vertederos han experimentado un importante lavado de cara, pasando de ser un espacio degradado por la acumulación de los residuos, las gaviotas y los roedores, a convertirse en pulmones verdes en los que apenas queda rastro de lo que fueron antaño. San Marcos (en Donostia-Errenteria), Urteta (Zarautz), Sasieta (Beasain) y Lapatx (Azpeitia), son un perfecto ejemplo de recuperación de espacios degradados, pero también un reflejo de que Gipuzkoa no puede permitirse el vertido indiscriminado de basura.

¿Cómo se lleva a cabo el sellado de los vertederos? Para poder ejecutar este tipo de obras, es imprescindible que el terreno en el que está la basura se asiente, para lo cual son necesarios varios meses en los cuales la basura se fermenta y, por consiguiente, se producen movimientos de tierras. Una vez estabilizado el terreno, se procede al aislamiento de la zona, que se hace mediante varias capas de plásticos y otros materiales aislantes como el polipropileno, el polietileno o geocompuestos para el drenaje, lo que imposibilita la filtración de líquidos (especialmente lluvia) en el terreno contaminado. En este punto, es necesaria la instalación de las herramientas necesarias para captar los lixiviados (aguas contaminadas) así como los gases (principalmente metano), que la basura continúa soltando durante años.

Finalmente, el espacio se cubre con tierras y se da un tratamiento paisajístico a la zona.

Este proceso se demora durante años y, aunque el cambio físico de los vertederos es prácticamente inmediato, es necesario llevar a cabo un exhaustivo control a lo largo de tres décadas antes de poder volver a aprovechar esos espacios, dándoles otros usos. Todo ello requiere de una inversión aproximada de 20 millones.

SAN MARCOS (Donostia/Errenteria)

De vertedero... ¿a helipuerto?

Con una superficie 20 veces mayor que la del estadio de Anoeta, el vertedero de San Markos fue, desde la década de los 70 hasta 2008, el mayor de Gipuzkoa. Sin embargo, desde hace nueve años, el único vestigio de basura que queda en la instalación es la estación de transferencia, por la que pasan 50 camiones al día y que desaparecerá cuando se abra el complejo de gestión de residuos de Zubieta.

Las obras de clausura de San Marcos comenzaron en 2013 y los trabajos se centran ahora en la medición trimestral de las emisiones e inmisiones, que se reportan una vez al año al Gobierno Vasco.

Este ejercicio deberá hacerse durante los próximos 30 años, si bien el gerente del vertedero, Kepa Ugartemendia, espera que en 15 o 20 “ya no haya ningún tipo de emisión”.

Mientras tanto, en el seno de la mancomunidad ya han comenzado a recibir peticiones para darle un uso público al espacio que antes ocupaba el vertedero. “Nos han pedido que creemos un lugar de aterrizaje para helicópteros, un club de tiro con arco, un campo de golf público... De momento, son solo sugerencias que nos han hecho. Lo que no podemos olvidar es que estamos dentro del entorno de Lau Haizeta y lo suyo sería que este espacio se empleara con una finalidad medioambiental”, subraya Ugartemendia.

URTETA (Zarautz)

Ni rastro de las gaviotas

El vertedero zarauztarra de Urteta cerró sus puertas al público a finales de diciembre de 2014. Desde entonces, el trabajo ha sido incansable. En dos años y medio, los responsables de la Mancomunidad de Urola Kosta han logrado clausurar definitivamente tres cuartas partes de la instalación y confían en que, para 2020, se haya podido sellar toda la parcela. “Todo dependerá de los asentamientos de la basura y de cómo se comporte”, explica el presidente de la mancomunidad, Igor Iturain. No es de extrañar. Desde que el vertedero no está operativo, el asentamiento ha perdido dos metros de altura. “Hay que tener en cuenta que la basura se va inertizando, cada vez ocupa menos volumen y eso hace que la tierra se mueva”, expone.

Por ello, ahora la tarea primordial se basa en medir bien los asentamientos, pero también en hacer una correcta recogida de los gases que continúa emanando la basura que está bajo tierra, que se hace mediante pequeñas chimeneas instaladas en las parcelas del vertedero para su posterior combustión.

Una vez que se clausure en su totalidad, arrancará el periodo de mantenimiento de 30 años, el tiempo mínimo exigido para que ese espacio pueda aprovecharse. Sin embargo, en Zarautz ya notan los efectos de haber cerrado el vertedero. Más allá de los visuales -los montones de basura han pasado a convertirse en un extenso prado verde-, y del evidente mal olor que emanaba de la instalación, los vecinos de Urteta han dejado de soportar el molesto tráfico de camiones que cada día se desplazaban al vertedero, así como la detestable presencia de gaviotas, que causaba importantes quebraderos de cabeza a los baserritarras del entorno. “Han desaparecido por completo”, celebra Iturain.

SASIETA (Beasain)

Un ejemplo en aprovechar el biogás

Igualmente espectacular ha resultado el cambio que desde enero de 2015 ha experimentado el vertedero beasaindarra de Sasieta. Tanto es así que, a primera vista, llama la atención que un pequeño rebaño de ovejas pace tranquilamente en el lugar donde hace solo unos meses se amontonaban las bolsas de basura. “Son nuestra herramienta de mantenimiento particular”, bromea el jefe de servicio de la mancomunidad, Iñaki Erauskin.

El trabajo en este vertedero ha sido similar al de San Marcos o Urteta, con una única salvedad: Sasieta es un ejemplo en la recuperación del biogás que se extrae del vertedero. Ninguna instalación con unas dimensiones tan reducidas como la besaindarra aprovecha esta fuerza energética.

A día de hoy, la energía que producen sirve para abastecer a un municipio de 1.000 habitantes y, aunque son conscientes de que la presencia del biogás irá disminuyendo conforme la actividad del vertedero vaya muriendo, consideran Biosasieta un ejemplo de buena práctica, ya que les “obliga a extraer y captar el gas de una manera lo más eficiente posible”.

Tampoco en Beasain se han planteado qué pasará con los terrenos del vertedero una vez pasen los 30 años de mantenimiento que tienen por delante, pero no quieren que las generaciones venideras olviden que “aquí hubo un vertedero”. Por ello, aunque conforme avance hacia dicha fecha convocarán un concurso público para saber qué quieren hacer los vecinos con este espacio, esperan tener la oportunidad de crear un aula ambiental para poder así concienciar sobre la importancia del reciclaje y la correcta separación y aprovechamiento de los residuos.

LAPATX (Azpeitia)

Luz verde para la clausura

En la instalación azpeitiarra de Lapatx, los trabajos de clausura apenas han echado a andar. Desde que el pasado 1 de diciembre dejaran de llegar los camiones, por ahora los trabajos se han reducido a tapar con plásticos la basura, lo que ha tenido una incidencia directa en la emanación de los olores, que ahora ya apenas se perciben en las inmediaciones del vertedero.

A partir de aquí, hace apenas dos semanas la Mancomunidad de Urola Erdia dio luz verde al comienzo de las obras de clausura. Así, se ha redactado el proyecto y el vertedero está a la espera de recibir el permiso ambiental del Gobierno Vasco para proceder. Calculan que tardará entre “cuatro o cinco meses”, según el presidente de la mancomunidad, Aitor Bereziartua. “En cuanto tengamos el permiso, comenzaremos las obras”, detalla el responsable. Para ello, al igual que el resto de mancomunidades, Urola Erdia ha creado durante años el denominado fondo de clausura, que permitirá financiar las obras.

Y mientras esto ocurre, desde la mancomunidad trabajan por mejorar el servicio que se presta tanto en el Garbigune (situado en las instalaciones del vertedero), como en la recogida de otros residuos no peligrosos como material de obras.