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“Ha llegado el momento de devolver el esfuerzo a mis padres”

El atleta y educador oriotarra Hossain Kaanache recorrerá a partir de abril los más de 1.500 kilómetros que separan Gipuzkoa de su aldea familiar, en Marruecos. Lo hará corriendo y en bici, en simbólica gratitud hacia sus padres, que emigraron hace casi medio siglo para no lastrar la infancia de sus hijos.

“Ha llegado el momento de devolver el esfuerzo a mis padres”

Agradece haber nacido a este lado del mundo, pero sabe que ha tenido sus contrapartidas. Uno gana y pierde al tomar decisiones. En aquella época fueron sus padres quienes hicieron las maletas y probaron suerte. Con aquella decisión los hijos que después vinieron ganaron mucho, pero tambien se quedó por el camino un bagaje cultural y los valores de su aldea familiar. “El respeto, y esa manera de vivir sin prisas, tal y como se entendía aquí también la vida hace cincuenta años. Eso lo hemos perdido”, cuenta el protagonista de esta historia. “Sé que es algo que en Marruecos con el tiempo también se perderá, y por eso quiero ir”.

Sabe que hay mucho esfuerzo detrás de aquel cambio de vida que emprendieron sus padres. “Gracias a ellos nos hemos podido criar sin ningún problema, y por eso ha llegado el momento de devolverles el esfuerzo”, dice el joven atleta frente a la casa de su infancia.

La primera semana de abril comenzará a recorrer los 1.643 kilómetros que separan Orio de la aldea familiar, al norte de Marruecos. Lo hará corriendo y en bicicleta. El atleta se ha propuesto llevar su desgaste físico y mental al límite. “Quiero que llegue un momento en el que diga: no puedo más. No puedo hacer hoy otros 160 kilómetros en bici y a la tarde otros 25 corriendo. No puedo. Quiero que todo eso quede reflejado. En la época de mis padres quizá no sufrieron un desgaste físico tan extremo, pero sí mental, y el objetivo es reflejar todo ello”. Quiere dar las gracias a sus padres, al pueblo acogedor que fue Orio en su día, y reflexionar “sobre tantos aspectos mejorables de la vida”. Son veinte etapas las que va a cubrir el oriotarra acompañado por una autocaravana. Todo va a quedar plasmado en un documental.

De haber nacido en Taza, la ciudad que con tanto sufrimiento dejaron atrás sus padres hace 45 años, la vida habría sido otra, probablemente, repleta de necesidades. Pero el camino ha sido bien distinto. Hossain Kaanache, atleta, profesor y educador, es un joven de 32 años que nació en Orio y que no ha conocido privaciones como las que lastraron la infancia de sus padres. Gracias precisamente a ellos, que un día decidieron dejar la aldea, y con ella unos amigos y unas costumbres.

No es fácil ponerse en el pellejo de aquella pareja que, con unas referencias culturales tan opuestas, acabó por asentarse en Orio hace casi medio siglo, cuando los flujos migratorios eran prácticamente inexistentes. “Suelen preguntarme si llegaron en patera, pero qué va. En aquella época no había barreras como ahora. Con presentar el pasaporte era suficiente”, explica.

Las primeras carreras

Se integraron, pese a todo, sin ningún problema. Su padre trabajó en una fábrica de ladrillos. Sonríe con una pizca de nostalgia al recordar el relato que le hacía de niño, cuando “el aita me contaba que se iba de potes” por Orio con los compañeros del trabajo. “Él se tomaba su Kas naranja. Recuerdo los comentarios que me hacía: ellos beben un vino tras otro, pero yo no me puedo tomar cinco o seis Coca Colas”. Y ahí iba el hombre, racionando la naranjada vaso a vaso, al paso de sus nuevos camaradas.

La conversación con el joven tiene lugar en el Paseo de Ibaiondo de Orio, al que conocen como parque del dique, donde Hossain comenzó a trotar en su infancia apuntando ya maneras, bajo la atenta mirada de su padre, hasta convertirse en el atleta de elite que es hoy. Se ha criado junto a sus hermanos Najat, de 39 años, y Khaled, de 35. Los tres han tenido una infancia feliz, aunque Hossain reconoce que ha vivido sus “cositas”. “No hace falta ser adivino para notarlo. Me han solido llamar moro. Tengo miles de anécdotas, como pedirme el DNI para poder participar en una carrera y comprobar así que no soy extranjero. Se lo das, luego vas liderando la carrera, y oyes por megafonía que va en cabeza un marroquí. Ha habido veces que he estado a punto de parar. ¿En qué quedamos? ¿De dónde soy? He nacido aquí, y Marruecos solo lo conozco de haber ido de vacaciones”. Es un oriotarra más, aunque reconoce que cada vez se siente “más un ciudadano del mundo”. Además de atleta, se ha convertido en coordinador de un equipo educativo que trabaja con menores en situación de exclusión social.

Cada una de las etapas y de las reflexiones que surjan por el camino van a ser grabadas. La iniciativa no ha sido flor de un día. Según cuenta, hay mucha reflexión tras esta aventura incierta. “Quiero generar conciencia, que es el principio básico de la educación. Por eso, durante las etapas, organizaremos eventos y daré alguna que otra charla”. Sus palabras no brotan al azar, son fruto de hondas reflexiones. “La sociedad de hoy en día tiene que parar. No somos conscientes de ello. Durante el viaje me he propuesto reflexionar sobre varias cuestiones, como por ejemplo la economía sostenible. El mundo no puede seguir creciendo de esta manera, dejando semejante legado de contaminación. No podemos perpetuar el sistema educativo obsoleto durante más tiempo”.

Es un viaje cargado de simbolismo hacia aquella infancia que no fue pero podía haber sido. La aventura nace de sus profundas convicciones, y con ellas viajará al pasado y el presente. Reconoce que el plantamiento es muy conceptual. “Nunca me ha faltado de nada, pero mi padre siempre ha lamentado lo perdido por el camino, que el precio a pagar por haber venido a Gipuzkoa es que sus hijos no hayan tenido las referencias culturales que marcaron su infancia”.

Kaanache estudió Magisterio y trabajó en una ikastola mientras se convertía en un atleta de altísimo nivel. Conoció después el sistema foral de Protección a la Infancia, que le atrapó hace años, y desde entonces se dedica profesionalmente a trabajar con chavales dañados, a través de la cooperativa de ámbito social Agin-tzari. “Tengo que agradecer a los compañeros la ayuda que me están prestando. Especialmente -apostilla- el apoyo de Josu, Mikel y, sobre todo, Gaizka”.

El joven partirá hacia Marruecos el 8 abril, y su idea es terminar la aventura para principios de mayo. Al proyecto, que quieren publicitar en las redes sociales, le han llamado Cáscaras de naranja, en alusión al origen humilde del que provienen sus padres.

Tienen previsto vender sudaderas, camisetas y una visera con el logo que incluye dos flechas, una negra hacia arriba que enlaza con otra hacia abajo. “Es el camino hacia lo tangible, y el contrario, en color y dirección, hacia el origen, cerrando un ciclo”, explica. En breve lanzarán también un proyecto de crouwdfundig para recabar fondos.