donostia - “Oye, ¿esa contraventana estaba así?” Algo no encajaba el martes por la tarde, algo había cambiado en la distribución de los objetos y la fachada. El escenario, una de las últimas villas del Paseo del Faro de Donostia, en la subida a Igeldo, un recoleto paraje que seduce a los atracadores. La contraventana parecía una señal. Alguien había husmeado en la zona. “No, no estaba así... vamos a ver qué está pasando”. Los empleados de mantenimiento de la villa echaron mano de esa llave que solo es utilizada en ocasiones excepcionales. Esta lo parecía.

La dueña de la finca vive en Madrid. Con los achaques de la edad apenas viene ya a Donostia, y además la guardesa de la villa se jubiló hace unos meses. Un terreno abonado que pisaron bien fuerte los dos ciudadanos del este, dos eslovenos de 26 y 34 años, que fueron arrestados el martes después de un atraco frustrado a esta histórica finca, obra del padre del obispo emérito de Donostia, José María Setién.

Los operarios en este momento no sabían nada. “Vamos para adentro”, se dijeron, dejando a un lado la desbrozadora y la biotrituradora que había utilizado hasta entonces para adecentar el jardín. “Cuando entramos, comenzamos a rastrear planta por planta; no teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar”, reconocía ayer a NOTICIAS DE GIPUZKOA uno de los operarios que minutos después se toparía cara a cara con los ladrones, dos rostros serios y adustos, que anoche permanecían en dependencias de la Er-tzaintza, a la espera de una requisitoria del Juzgado penal de Málaga, que ha dictado su ingreso en prisión.

Pero todavía quedaba largo trecho para conocer todo ello. “Continuamos repasando toda la casa, hasta que llegamos a la buhardilla”. Es aquí donde iban a desatarse las emociones fuertes.

“Estaba puerta no se abre, es muy extraño”. Sobre todo era extraño para uno de los cuidadores de la finca, que se ha criado muy cerca de esa zona y conoce la distribución del interior de la villa como la palma de su mano. Algo no acababa de encajar.

ruidos de la habitación Justo en esos momentos de incertidumbre comenzaron a escucharse los ruidos del interior. “No tardé en coger el teléfono para llamar a la Ertzaintza. Mientras hablaba con la Policía, nos dimos cuenta de que los intrusos trataban de huir por el tejado. Poco después nos percatamos de que no podían hacerlo, y regresaron”. Eso sí, en ese impasse, tuvieron ocasión de ver cómo se manejaba la banda. “Uno de ellos intentaba cambiarse de indumentaria en el mismo tejado. Trataba de vestirse un jersey negro para cubrir su niqui blanco con el que había perpetrado el robo. Gritamos para que la gente que estaba alrededor nos echara una mano. Entretanto, yo seguía hablando con la Ertzaintza. Les informaba de que, al desistir de la huida por el tejado, les teníamos encerrados en una habitación”, relata este vecino de Donostia.

Apenas colgó el teléfono cuando la puerta de la buhardilla se abrió. De su interior salieron dos jóvenes de 26 y 34 años, de nacionalidad eslovena, de mirada pétrea, con la lección muy bien aprendida. Uno de ellos iba ataviado con una gorra. Blandía una barra de hierro. El segundo portaba una bolsa blanca de plástico. “Nos cruzamos. Cara a cara, sus miradas eran frías, desafiantes”, reconoce uno de los responsables de mantenimiento de la villa.

Tres operarios aguardaron apostados junto la puerta. “Yo estaba en el medio, y mis compañeros a los lados. Lo que ocurrió a continuación nos sorprendió a todos. Los eslovenos estaban perfectamente coordinados. Ambos sacaron un spray de pimienta y nos rociaron en un movimiento ejecutado con mucha destreza. Mis compañeros se llevaron la peor parte. Yo llevaba gafas y no me afectó tanto, aunque todavía nos escuecen los ojos y la garganta”, admitía este testigo presencial, un día después de lo ocurrido.

atacado con la barra de hierro El aerosol de defensa les dejó tocados, aturdidos, pero no hundidos. “¡Que van para abajo!”, gritaron. El destinatario de aquellas voces era un cuarto operario que se encontraba en la planta baja, a la espera del desenlace. Los eslovenos no se anduvieron con chiquitas. Uno de ellos “le lanzó la barra de hierro”, que supo sortear, “aunque el potente aerosol le alcanzó de lleno”. A renglón seguido, los autores del robo saltaron la valla de la finca y continuaron su huida carretera arriba.

Los donostiarras bajaron como pudieron de la buhardilla. “Lo primero que hice fue ir hacia el compañero agredido. Me acerqué a él, lo atendí por unos instantes, pero al comprobar que no tenía rastros de sangre decidí salir corriendo tras ellos”.

Unos conocidos que paseaban por la zona comprobaron cómo los dos ladrones se daban a la fuga hacia la parte alta del Paseo del Faro. Tomar esa dirección podía convertirse en una ratonera. La Ertzaintza desplegó un dispositivo para darles caza. Poco después, la pareja de delincuentes abandonó la carretera para echarse al monte, según testigos presenciales.

Finalmente, los asaltantes cayeron en la trampa, y los agentes les ocuparon entre sus pertenencias el citado aerosol de defensa, grilletes de cuerda de uso habitual policial, útiles para forzar cerraduras, guantes y ropa de recambio, además de una placa de vigilante de seguridad privada.

En la posterior inspección ocular de la villa se pudo confirmar que los autores habían apalancado una de las puertas exteriores y dentro de la vivienda habían accedido a varias dependencias, almacenando en varias de ellas artículos de valor. Los agentes hallaron además la caja de herramientas utilizada presumiblemente por los ladrones.

Los detenidos, dos varones de 26 y 34 años de edad respectivamente, acusados de un delito de robo con fuerza, fueron puestos a disposición judicial. Según pudo saber este periódico, inicialmente aportaron una identidad falsa. Dijeron que eran rusos, cuando en realidad se trataba de dos varones eslovenos. Una vez cotejada su identidad con el archivo de la Policía Nacional, pudo comprobarse que existe una requisitoria del juzgado penal de Málaga. Los arrestados, domiciliados en Cantabria, permanecían anoche en dependencias de la comisaría de la Ertzaintza de Donostia, a la espera de ejecutarse la medida judicial.

otros atracos Se trata del tercer robo cometido en esta zona, según fuentes consultadas. A finales de junio fue arrestado un hombre de 54 años, con antecedentes delictivos, acusado de atracar un restaurante del barrio del Antiguo de Donostia. Una patrulla le identificó posteriormente en el paseo del Faro de Donostia, a la altura de la villa que asaltada el martes. El sospechoso había habilitado con unos cartones un lugar para dormir junto a esta finca. El varón portaba una mochila, una prenda y otros efectos relacionados con el robo en el restaurante. Además, hace dos semanas también fue sustraída de esta finca una bandeja de plata de escaso valor, según fuentes consultadas.