Así recuerdo al lehendakari Ardanza. Eran tiempos formal que él vivía casual a su manera. Sobre todo a la hora de las grandes ocasiones. Esa fue su imagen en un momento del que pocos hablan. Seguramente porque no es correcto hablar de amarguras cuando nos despedimos de alguien que protagonizó tantos éxitos. En realidad es injusto recordar sólo el desmoronamiento del Pacto de Ajuria Enea que él mismo acuñó con tanto esfuerzo y visión de país. Un acuerdo entre diferentes. Entre muy diferentes. Tiempos duros. Muy duros. Y acuerdos necesarios. Muy necesarios. Aquello había que cincelarlo muy bien. Y él lo hizo. Por eso, cuando pasados los años algunos partidos creyeron que no era su “foto”, él les volvió a convocar en Ajuria Enea, aún intuyendo (quizás sabiendo) que sería el acta de defunción del gran Pacto. Cuando ya era inevitable, Ardanza se acercó a la ventana en mangas de camisa y corbata para otear el horizonte, buscando respuestas en el viento. Respuestas imposibles. Porque lo imposible de verdad había sido generar aquel pacto para la historia. Hoy sabemos que eso hoy es un imposible con mucha mayor certeza. Por desgracia. Necesitamos alguien que cambie la bronca por el acuerdo, justo en el momento en que el último muñidor multicolor se nos ha ido.

Eran momentos muy complicados. Producto de una escisión dolorosa. Al albur de una clara minoría parlamentaria. Con una crisis industrial galopante. Y con Eta pegando duro, eligiendo sus objetivos de donde mayor daño, dolor y miedo podría causar. Y José Antonio Ardanza no sólo gobernó sino que lideró un gobierno y una sociedad para el progreso. Cuando llegué a la dirección de Deia, él estaba en su última etapa de su larga trayectoria como lehendakari. Y le conocí en mangas de camisa y corbata. En Ajuria Enea. Yo procedía de la redacción deportiva y no las tenía todas conmigo. Iba en busca de conocer al líder de un país, pero también a la búsqueda de un titular. Tipos peligrosos estos de Deportes, conocedores de mucho y expertos en nada. Así que cuando entre mil y una respuestas escuché que Euskadi era de facto (no expreso, claro) un Estado más de la Unión Europea, en base a las competencias que ejercía, supe que allí había algo.

Se organizó un pequeño revuelo porque a sus compañeros de viaje no les sentó muy bien. Es lo que tiene un entrevistador de aquel cariz. Pero fue la anécdota de una larga conversación a calzón quitado (o mejor, recuerden, en mangas de camisa y corbata) que me dejó huella y la convicción de estar ante un político de gran altura y con las ideas muy claras. Luego nuestra relación perduró, con una gran generosidad por su parte.

Hablar de una amargura y de un incidente cuando se despide a alguien que lo ha sido todo y del que uno se ha sentido tan cercano podría parecer hasta feo. Pero en ambos su figura se hizo más grande. Mucho más, aunque no lo parezca, que en el glosario de todo aquello que hizo. Que fue mucho y fue bueno. Un político de altura enorme.

Siento mucha tristeza. Agur!

Juan José Baños Loinaz es Director General del Grupo Noticias